Javier Agreda
Atusparia
El salto de Gabriela Wiener a la ficción política
La escritora y periodista peruana Gabriela Wiener (Lima, 1975) es reconocida como una de las crónicas más originales y audaces del mundo de habla hispana. Su trabajo se basa en el llamado “periodismo gonzo”, aquel en que el autor se sumerge completamente en la historia, para contarla de forma más directa y personal. Un ejemplo de ello es su libro Sexografías (2008), un conjunto de crónicas que exploran prácticas sexuales en diversas partes del mundo. Wiener ha incursionado también en la novela, sin abandonar del todo la crónica, a través de libros de "autoficción" como Nueve lunas (2009), sobre su experiencia con el embarazo, y Huaco retrato (2021), que fue finalista del prestigioso Premio Booker Internacional. Recientemente, Wiener –quien vive en España desde hace más de 20 años– ha dado el salto a la ficción “pura” con Atusparia (Random House, 2024), obra que ella misma ha calificado como su “gran novela rusa”.
Atusparia cuenta la vida de una política peruana de izquierda, desde su formación escolar en el violento y crítico contexto peruano de mediados de los ochenta. La protagonista, estudiante del colegio Atusparia —famoso por estar administrado por egresados peruanos de universidades rusas—, toma para ella el nombre de ese centro educativo, y la narración sigue su trayectoria hasta el año 2036, cuando ella vive en el exilio en Ilana (España), un pequeño pueblo en algún lugar de La Mancha. Pero la novela no tiene una estructura lineal, sino que se presenta como una serie de fragmentos desordenados y de desarrollo desigual, que abarcan distintas etapas de la vida de la protagonista. La vemos viviendo los excesos de la adolescencia (en el segundo capítulo, “La Resi”), e inmediatamente después en 2028 (capítulo “El aire”), como prisionera política en la selva, en la “reabierta” (por un ficticio gobierno dictatorial) colonia penal del Sepa. Otros saltos temporales nos trasladan a 2023, durante las protestas y muertes de inicios de ese año en Puno, cuando Atusparia decide involucrarse activamente en la política. Además se incluyen como capítulos textos de muy diversa índole: un informe policial, un cuento, una entrevista periodística y hasta una crónica firmada por Gabriela Wiener. Un verdadero collage narrativo.
¿Por qué sería esta una “novela rusa”? Imaginamos que la autora se refería a las grandes novelas rusas de la segunda mitad del siglo XIX, enfocadas en la psicología de los personajes y que exploran sus conflictos internos y dilemas morales; pero que a la vez mostraban los problemas sociales y políticos de la época. De todo eso hay bastante aquí, aunque de manera parcial y desarticulada. Por ejemplo, en lo que respecta al desarrollo del personaje la novela comienza bien, con el capítulo “El cole”, el más extenso (casi un tercio del libro) y sin dudas el mejor de todos; y el segundo sigue en esa línea, aunque a medida que la historia avanza, se va perdiendo la consistencia del personaje. Por último, la narración en primera persona de la protagonista, que se mantiene en la primera mitad del libro, se abandona, para pasar al collage ya mencionado.
Los dilemas morales y los conflictos están más bien en el tercio final, en los capítulos que transcurren en el futuro, y que giran en torno a la participación de Atusparia en Las Ritas (el Movimiento Rita Puma, un grupo de mujeres “comprometidas con la lucha indígena y con perspectiva antirracista y antipatriarcal”) y su candidatura a la presidencia del país por el partido político Perú Gana. Aquí las decisiones políticas de Atusparia se contraponen a las de Asunción Grass, una exprofesora suya que con el tiempo se ha convertido en su pareja y una de las “Ritas”. Lo dice claramente Asunción en la carta dirigida a la protagonista que se incluye como postdata de la novela: “Las Ritas debíamos habernos convertido hace varios años… en una organización político militar, clandestina y de combate… Lo impediste con todas tus fuerzas, lo aplazaste con todas tus mañas…”.
Son varios los motivos por los que Atusparia resulta una novela fallida. Uno de ellos es la radical disparidad entre los capítulos, al punto que dan la impresión de ser textos completamente independientes –crónicas, cuentos, pequeños ensayos de “política ficción”– que la autora ha tratado de encajar en una historia cuyo eje parecen ser solo dos o tres episodios (especialmente el primer capítulo y lo relacionado con Las Ritas). A esta dispersión formal se suma la pretensión de ser una “peruvian fiction”; es decir, una narración que reúna todos los lugares comunes que los lectores extranjeros asocian con nuestro país: pobreza, informalidad, terrorismo, racismo, gobiernos dictatoriales, represión, etc. Es algo en lo que suelen caer algunos autores peruanos que viven en el extranjero –especialmente aquellos radicados en Europa– y que hace que sus retratos de la sociedad peruana resulten demasiado esquemáticos y superficiales.
A pesar de ello, Atusparia es un paso adelante en la evolución literaria de Gabriela Wiener, un intento de llevar a la ficción político su estilo directo y provocador a la ficción, y una reafirmación de su compromiso con la experimentación narrativa y el respeto al trabajo con el lenguaje. Es destacable que Wiener se anime a salir de sus temas habituales y expanda su visión para hacer una crítica más amplia de la política y la cultura peruana, aunque los resultados no estén a la altura de lo logrado en Sexografías o Huaco retrato.
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