Yo digo quién eres

Sobre la voluntad de excluir de la izquierda

Leyendo la entrevista a Julio Cotler en El Comercio se vuelve difícil entender cómo se construye una comunidad política democrática en el Perú. Para el renombrado sociólogo la condición de la existencia de ese espacio público, de una u otra manera, pasa por la exclusión del fujimorismo, porque la posibilidad de un nuevo fujimorismo estaría descartada: Keiko Fujimori tendría demasiados vínculos con el pasado. Si bien en Cotler no se percibe el argumento genético de Mario Vargas Llosa es evidente la voluntad de excluir.

¿Quiénes sostienen este tipo de posiciones no reparan en las consecuencias? Si el fujimorismo hoy es la principal fuerza política del país y un sector le niega cualquier posibilidad, ¿no estamos cerca de una polarización que debilitaría más la democracia? ¿Hasta dónde puede llegar esta voluntad de excluir? Entre estas posiciones y la intolerancia existe una línea delgada, pero muy delgada.

Quizá podríamos llamar a este fenómeno la imposibilidad de reconocer méritos al otro. La otredad incomprendida, negada. No hay nuevo fujimorismo pese a las oposiciones democráticas a los gobiernos de Toledo, García y Humala, y no obstante que la democracia avanza hacia el cuarto proceso electoral sin interrupciones con el fujimorismo como principal fuerza de oposición. Semejante imposibilidad de ver algo bueno en el otro tiene algo de una declaración de fe.

Pero lo más grave de este sector de la izquierda intelectual es que no solo no puede ver la otredad sino que pretende dictarle el libreto al diferente, al contrario. Es decir, yo digo quién eres a menos que… Todo esto huele a un autoritarismo que nos viene de siglos atrás, de la Colonia. Por ejemplo, un sector de la izquierda mediática le exige algunos requisitos a Keiko Fujimori para extenderle algún tipo de certificado: despide a Martha Chávez y a Luz Salgado, de lo contrario…

Semejante voluntad de certificación evoca mucho la estratagema que se aplicó con nuestra Lourdes Flores, cuando la obligaron a licenciar a Rafael Rey y a José Barba. La sufrida Lourdes les hizo caso, se quedó sin escuderos y fue destrozada sin piedad por los lanceros apristas. Veremos si Keiko acepta la certificación.

Pero eso no es todo. La izquierda y su voluntad de excluir se extienden al terreno académico, periodístico y cultural. Por ejemplo, de un tiempo a esta parte la Universidad Católica pretende erigirse en la representante de lo académico en temas políticos y sociales no obstante que desarrolla criterios ideológicos y de facción.

En el lado del periodismo sucede algo gracioso. Se la pasan hablando de “los medios concentrados”, pero se dan tiempo para diferenciar entre los periodistas de los esos medios. Y algunos de ellos son calificados de “liberales” que, además, ejercen “un periodismo profesional”, luego de excluir a todo el sector que, precisamente, la izquierda mediática pretende silenciar. Así están las cosas.

Pero en una sociedad abierta estas cosas con olor a salón colonial ya no funcionan. Solo se puede reconocer la otredad, la diferencia, pero ese reconocimiento pasa por la renuncia a excluir. Y peor aún en una sociedad abierta donde empiezan a explosionar las redes sociales y el mundo digital. Esa voluntad de sentirse de “buena familia”, “el decente” que excluye al otro es virtualmente imposible. Así que si quieres ser mejor que el otro mejora, compite, convierte a la meritocracia en tu bandera. Dejemos de negar que todo puede terminar en una secta.

Por Víctor Andrés Ponce