Vizcarra sigue complicándose

Cuando el presidente Vizcarra apoya el pronunciamiento en contra de la Ley Mulder aprobada por insistencia—que prohíbe la publicidad estatal en los medios privados— se complica en extremo porque ingresa a un terreno político minado, a una zona de guerra en la que solo pueden haber vencedores y vencidos. Es la locura a la que nos han llevado algunas redacciones: han jalado tanto la pita, han extremado tanto el ataque que, al parecer, han dejado sin opción a la mayoría legislativa. Ese es el problema de quienes actúan como políticos y desarrollan campañas de antipropaganda sin ser actores políticos. Cuando los políticos guerrean entre sí, generalmente, llegan a entenderse luego de algunas batallas. Cuando ciertos medios desarrollan campañas de demolición, el resultado es un vencedor sobre el cadáver de los demás. Es lo que ha acaecido en los últimos 18 años en el Perú.

Vizcarra, pues, sigue enredando a su Gobierno, sobre todo porque la campaña de ciertos medios no tiene posibilidad alguna de ganar. Luego de aprobada la Ley Mulder, se habla de echar mano del Tribunal Constitucional y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Si eso sucediera y se declara inconstitucional la mencionada norma, en el acto el Legislativo volvería a legislar, acatando posibles sentencias en contra, pero retirando —hasta donde sea posible— el subsidio estatal a algunos medios.

En ciertas redacciones se sabe que han perdido, al menos, hasta el 2021. Ante esta realidad, sin anestesias y sin envolturas, juegan abiertamente al cierre del Congreso y al adelanto de elecciones, con la plena colaboración de los grupos extremistas antisistema. Es decir, mi subsidio antes que la democracia, mi subsidio aunque se sirva la mesa al antisistema. Así estamos, y es muy grave.

Triste y lamentable situación política. Después de la guerra Ejecutivo-Legislativo, que culminó con la renuncia de Kuczynski, las nuevas relaciones entre ambos poderes insuflaron de optimismo a la mayoría de peruanos, a tal extremo que los mercados y las inversiones comenzaron a moverse. Sin embargo, algunos medios no iban a aceptar, de ninguna manera, el retiro de la publicidad estatal, y alentaron una guerra del fin del mundo contra el Congreso con objeto de presionar. Compras de televisores, flores y computadoras —que no representan el 0.5% del presupuesto— se convirtieron en “la cruzada sagrada” contra la corrupción. Hubo raleadas marchas contra el aumento del costo de vida, pero también por el cierre del Congreso, que concentraron flashes y cámaras de ciertos medios. El resultado: un Congreso más endurecido, más decidido a demostrar que todos los ataques tienen que ver con el retiro del subsidio estatal. Y allí estamos, y la guerra continuará hasta que los medios subsidiados comiencen a quebrar y se conviertan en ONGs.

En cualquier caso el desconcertado Gobierno del presidente Vizcarra no entiende a qué se debe su caída en popularidad; y como el viejo y retirado PPK, hace el amago de subirse a la ola anti Congreso que promueven los medios. El jefe de Estado debería entender que cae en aprobación porque no aparece gobernando: cede a cualquier amague social, recula en su política tributaria ante todos, revisa contratos de peaje ante el menor guiño y mantiene un Gabinete con algunos ministros proinversión y otros claramente anti inversión. ¿Cómo no va a perder popularidad?

Quizá ya comienza a llegar la hora de buscar nuevo presidente del Consejo de Ministros y de reclutar a un nuevo Gabinete. Los convocados no dan la talla, como se dice. De lo contrario, todo seguirá rodando hacia abajo y Vizcarra será el jefe de Estado que adelante las elecciones.