Vizcarra entrampado

Al cierre de esta edición se anunciaba una encuesta de Ipsos sobre el adelanto general de elecciones (75% a favor de la propuesta del Ejecutivo). Podemos imaginar el resultado y las particularidades de esta encuestadora, que representó a la llamada “calle vizcarrista” para promover el encarcelamiento de la oposición y el injusto y absurdo linchamiento de Pedro Chávarry. 

Pero al margen de las matemáticas de Ipsos, los abrumadores resultados a favor del adelanto general de elecciones solo seguirán poniendo en contra de la pared al presidente Martín Vizcarra. ¿Por qué? Porque la manera más rápida de convocar a elecciones sin necesidad de mayores traumas nacionales, tal como lo proponen los filósofos y encuestadores del vizcarrato, pasa por la renuncia inmediata de Vizcarra al cargo. Ese es el camino directo para ensayar elecciones generales; pero de ninguna manera una reforma constitucional, hablar de cuestiones de confianza, o de presiones de una supuesta calle en contra del Congreso registradas en las encuestas. De ninguna manera, porque semejante escenario sería abrir las puertas de las turbas sobre las instituciones y a todos los condimentos plebiscitarios que ha utilizado el chavismo en América Latina.

¿Chavismo en “el desprendimiento y grandeza” detrás del adelanto general de elecciones? ¿Locura de extremista derechista? Amigo lector, aquí un ejemplo. Aceptar siquiera discutir los dos proyectos de ley de Vizcarra para el adelanto general de elecciones es ya caer en la trampa. Por ejemplo, el primer proyecto señala que los ciudadanos que han jurado como presidentes en el periodo anterior están impedidos de postular. El segundo proyecto plantea el adelanto general de elecciones. ¿Dos proyectos para qué? ¿Acaso para dos preguntas diferentes? Y, ¿qué sucede si en la primera pregunta se rechaza la propuesta y en la segunda se acepta? Pues se habría modificado la Constitución posibilitando la reelección de Vizcarra con el correspondiente adelanto general de elecciones. En otras palabras, los palomillas marxistas de Palacio se habrían cargado a la República y habrían iniciado su propio camino bolivariano.

Y si a esto le sumamos que ha trascendido que hubo una transacción política en Lima (que habría posibilitado que el propio Vizcarra y su compadre, César Villanueva, asumieran el control del partido del pastor Humberto Lay), entonces todas las piezas estarían en su lugar para facilitar la estrategia de reelección de Vizcarra! ¡Qué tal soberbia, qué tal osadía! ¡Convertir el fracaso general en el gobierno en una estrategia de reelección!

La estrategia vizcarrista solo puede funcionar si el Congreso abdica de sus funciones. Es decir, si se dejan atarantar por las portadas de diarios que nadie lee, por los reportajes de programas sin credibilidad y por las encuestas políticas. Es verdad que la gente está en contra del Congreso, pero de ninguna manera con Vizcarra. Si el Congreso decide hacer respetar la Constitución y sus fueros, la mayoría silenciosa se pondrá en el centro y se inclinará a la reflexión. Y las bullas de las guaripoleras de la media tradicional solo quedará en eso, en bulla.

No hay manera entonces de que Vizcarra gane, excepto que la mayoría del Congreso decida entregar dos décadas de democracia a los aventureros y a la estrategia comunista, que pretende utilizar la guerra vizcarrista para controlar instituciones. Felizmente en el Congreso ya se aprendió bastante. Allí está la brillante estrategia de resistencia republicana de Rosa Bartra al frente de la Comisión de Constitución.