LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Sin teoría organizativa, la centro derecha no existirá
El comunismo y el progresismo avanzan por sus tradiciones ideológicas
Las votaciones fallidas en el Congreso para elegir a los seis miembros del Tribunal Constitucional, no obstante que la lucha por la libertad y el equilibrio de poderes exigen la inmediata renovación de la corte constitucional, revelan las distancias de oficio político entre la izquierda y la derecha. La inocencia de Fuerza Popular –que no ha convocado a un frente amplio, a una masiva convergencia de fuerzas, para defender el voto en la segunda vuelta a través de legiones de personeros– revela una fragilidad ideológica que no le permite comprender el formidable enemigo que enfrentan las libertades políticas y económicas.
Si Víctor Haya de la Torre y los viejos políticos del aprismo estuviesen enfrentando esta coyuntura, los comunistas y las corrientes progresistas no tendrían la menor posibilidad. Si Fernando Belaunde y la vieja escuela acciopopulista tuviera la responsabilidad de contener al colectivismo, sería imposible que los progresismos llegaran a controlar las instituciones tal como lo hacen, a tal extremo que pretenden poner de rodillas al Congreso con la acción de amparo de una jueza provisional.
La centro derecha actual no tiene historia ni tradición, ni menos ideología, a los cuales aferrarse para encontrar las claves de la acción política. Ni siquiera el fujimorismo fue capaz de preservar sus tradiciones: se distanció de la vieja escuela albertista y no entendió la idea de frente único ni la importancia de los personeros en la guerra electoral. Por su lado Rafael López Aliaga se considera “un refundador de la política”, capaz de inaugurar una nueva era en la lucha contra el comunismo y el colectivismo.
¿A qué vamos? La llamada izquierda progresista controla las instituciones tutelares de nuestra agonizante república, sin haber formado partidos ni haber ganado elecciones. Ese resultado solo desnuda la medianía y la falta de eficacia política de la centro derecha, que tiene los votos, la mayoría en el Congreso y ahora las masas en las calles. En otras palabras, la centro derecha carece de oficio político.
Todos estos estos hechos se suceden cuando, al margen de los resultados electorales, las calles han sido tomadas casi de manera espontánea por la centro derecha. Sin embargo no hay ninguna estrategia para organizar, para cementar y consolidar, esa irrupción espontánea de la gente.
Y es evidente que nadie podrá organizar a la nueva ciudadanía –que emerge a la política exigiendo transparencia electoral, defensa de las libertades y rechazo al comunismo–, si cree que puede actuar como si se tratara de una campaña electoral. Imposible. Una cosa es organizar en campaña y otra diferente hacerlo alrededor de ideas de fuerza como, por ejemplo, la defensa de las libertades contra la asamblea constituyente.
En ese sentido, la centro derecha necesita gestar su unidad opositora. Una unidad que debe incluir la defensa de la Constitución en el Congreso e, igualmente, la defensa de las libertades en la sociedad, en los sectores económicos, en los distritos y en las calles.
Hoy no se trata de organizar a Fuerza Popular ni a Renovación Popular, sino de gestar un gran frente de centro derecha que debe surgir desde los distritos e irradiarse hacia las provincias y regiones, pero también hacia las localidades más alejadas.
Si la centro derecha no entiende que la revolución de las redes y las telecomunicaciones debe combinarse con las tradiciones clásicas de la organización política (ideario y secciones distritales, por ejemplo) el avance del comunismo y el progresismo sepultará las libertades en el país. La única explicación de que un sector que no gana elecciones esté controlando el Estado es la impericia de la centro derecha y la falta de una teoría organizativa. Es hora de corregir.
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