Sin oposición a la vista

Los errores de la mayoría legislativa del Congreso han generado un enorme vacío político que ha sido llenado por una coalición de medios tradicionales de comunicación, bufetes de abogados, ONG de izquierda, encuestadoras y diversos sectores, que pulularon alrededor de Toledo, Humala, PPK y la administración actual. Está demás señalar que el liderazgo de esta coalición hoy está a cargo del presidente Vizcarra.

El vacío político generado por los inexplicables yerros de Fuerza Popular se expresa en una mayoría del país que pretende linchar a una minoría, en una mayoría que aborrece de tal manera al llamado “fujiaprismo” que acepta sin mayores reflexiones que se relativicen la Constitución y las leyes, no solo en los procesos en contra de Keiko Fujimori y los líderes de la oposición, sino también en el funcionamiento de las instituciones.

Hoy, por ejemplo, el jefe de Estado pretende seguir siendo el principal legislador de la democracia —no obstante que la Constitución le niega expresamente esa facultad— e interfiere en la autonomía del Ministerio Público, sin que la sociedad y los medios de comunicación tradicionales se opongan. Por el contrario, esos medios parecen lo más interesados en que se encarcele a los líderes de la oposición y se acabe con la independencia de las instituciones.

Este escenario de democracia plebiscitaria —en el que el futuro de las instituciones depende de la siguiente encuesta de Ipsos— también se explica porque, luego del derrumbe político de Fuerza Popular, no ha surgido la necesaria oposición que suele existir en todas las democracias con relativa salud. Más allá de los esfuerzos del Apra y de Alan García, no ha surgido nada parecido a una oposición. La emergencia de una oposición no parlamentaria que se expresó débilmente en la campaña de los cuatro “no” durante el referéndum tampoco hace una nota diferente.

Este escenario público sin oposición no se explicaría sin el encarcelamiento de los políticos y sin la ausencia de partidos políticos cuajados y organizados. Todo indicaba, por ejemplo, que Alianza para el Progreso y Acción Popular eran agrupaciones llamadas a defender la autonomía de las instituciones y a evitar la consolidación de una democracia plebiscitaria, porque tienen candidatos expectantes hacia el 2021. Sin embargo, hasta ahora, han preferido avanzar de costado o acompañar las estrategias gubernamentales para no asumir el costo del desgaste fujiaprista. Bueno, la pregunta que surge, ¿hasta cuándo va a continuar este escenario?

Es evidente que la cercanía del 2021 modificará los comportamientos de los políticos, sobre todo si se confirma la hipótesis de que la estrategia del Ejecutivo pasa por controlar instituciones y apretar a determinados sectores políticos y sociales. La propuesta de eliminar la inmunidad parlamentaria, la norma que autoriza a la autoridad tributaria a embargar los bienes del responsable legal de una empresa ante la sospecha de elusión (para ahorcar a los empresarios) y la intención de controlar el Tribunal Constitucional, pueden ser los elementos que desvelen la posible intención de Vizcarra de reelegirse en el 2021.

El gran problema es que la posible oposición, como se dice, puede emerger demasiado tarde. Es decir, cuando la propuesta plebiscitaria se haya consolidado de tal manera que el proyecto republicano entre en un largo invierno. Los muchachos que rodean a Vizcarra, sobre todo los marxistas otoñales, ya comienzan a hablar de la posibilidad de un proyecto de diez años con Vizcarra o sin él. Veremos.