Preguntas sobre gobernabilidad

En el Ejecutivo se están demorando demasiado en recomponer el Gabinete que preside Mercedes Aráoz. Era inevitable, luego del frustrado proceso de vacancia y el sorprendente indulto al ex presidente Fujimori lo que todo el Perú esperaba es que se organizara un Gabinete de amplia convocatoria nacional, presidido por una figura distante del pepekausismo —por ejemplo, Antero Flores Aráoz— y que tuviese la capacidad de tender puentes entre Ejecutivo y Legislativo. Sin embargo eso no es posible porque en Palacio no existe certeza de que el nuevo Gabinete consiga el voto de confianza en el Legislativo. En otras palabras, el indulto con una fractura en Fuerza Popular empieza a pasar una terrible factura. La gobernabilidad continúa siendo una enorme interrogante.

¿Cómo hemos llegado a esta situación? A estas alturas es incuestionable que la crisis de gobernabilidad se desató con los pagos de Odebrecht a Westfield. Es innegable. Los mencionados abonos en medio de la peor polarización política de los últimos quince años (intento de judicializar a Fuerza Popular hasta el 2021, acusación al Fiscal de la Nación, y allanamientos de locales naranjas), simplemente anularon la posibilidad de organizar una salida diferente a la crisis Westfield. Si en la democracia se hubiesen gestado pactos y evitado polarizaciones, hoy el sistema institucional habría procesado y absorbido la crisis.

En la base de este terrible momento de la República está la tesis de que había que utilizar el indulto para fracturar a Fuerza Popular y no desarrollar un pacto a la española o a la chilena. La concepción que subyacía a esta tesis era que el indulto debía disolver a la mayoría legislativa. Bueno, se desató la cruenta polarización que conocemos hasta que el presidente Kuczynski se debilitó de tal manera que solo le quedó el indulto para salvar su mandato. La fractura del fujimorismo se produjo, pero la gobernabilidad sigue siendo una encrucijada.

El pepekausismo perdió todas las guerras con esta tesis. Y el principal responsable político de esta debacle es Fernando Zavala, quien permitió que la izquierda caviar impusiera este criterio en el Gobierno y los resultados ya se conocen. En este contexto, la gobernabilidad sigue al filo del abismo, más allá de los respiros que representarán la visita del Papa y el mundial de fútbol.

A medida que pasen los días seguramente se conocerán las limitaciones de Alberto Fujimori para manejar Fuerza Popular, porque esta organización no solo representa el legado de los noventa, como solían decir antifujimoristas y albertistas. Es mucho más y, aunque resulte triste señalarlo, todo indica que Keiko así lo demostrará. De allí que el propio Alberto Fujimori se vea obligado a hacer política pública mientras se acrecienta la irritación del antifujimorismo. En todo caso, todo parece trabado, anulado.

Quizá se necesiten más audacias para intentar armar la gobernabilidad. Por ejemplo, que un herido PPK se anime a convocar a Keiko Fujimori a instancias de la Iglesia, por imaginar algo. Sin embargo eso no parece viable porque Fuerza Popular seguirá apostando por el tema corrupción.

En cualquier circunstancia todos los actores que pretenden defender la democracia y la economía de mercado están en la obligación de empezar a conversar con el objeto de evitar el adelanto de elecciones. Modificar el cronograma electoral servirá la mesa al antisistema. ¿Ya no existen estadistas en el Perú? Keiko, Alan García, Luis Castañeda, César Acuña, Alfredo Barnechea y otros, acaso deberían avizorar una salida que evite el adelanto electoral. Una cosa sí queda clarísimo: ni PPK ni Alberto Fujimori por sí solos pueden solucionar este especie de suma cero que todos hemos construido.