¿PPK empieza a pelear?

La reunión entre el presidente del Congreso, Luis Galarreta, y la canciller, Cayetana Aljovín —quien luego declaró que la resolución de la Corte Interamericana de Derechos (CIDH) tiene “un lado oscuro que necesita aclararse”—, en realidad marca un giro interesante en la administración pepekausa. Sin grises por aclarar, el Ejecutivo asume la posición del Congreso, que ha declarado inaplicable la resolución de la CIDH que ordena archivar el proceso de acusación constitucional contra cuatro magistrados por haber cambiado un hábeas corpus a favor de los marinos del Perú convirtiéndolo en uno en contra. El acto prevaricador se perpetró interpretando el voto de un magistrado incapacitado que no podía defender su pronunciamiento.

Es decir, el Gobierno pepekausa se ha puesto en el lado opuesto del ejército caviar y del establishment, que pretende resolver un proceso de control político del Congreso utilizando influencias ideológicas en la Corte IDH. ¿Qué significa algo así? Que el Ejecutivo ha iniciado un proceso sin retorno de distanciamiento, e incluso de enfrentamiento, con la izquierda caviar. Si a esto le sumamos que el Ejecutivo acaba de nombrar a Flor Marlene Luna de Victoria Mori como superintendente de la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu), un nombramiento que representa una hecatombe nuclear para las intenciones de la izquierda de controlar el sistema educativo peruano, el asunto aparece nítido y evidente: el Ejecutivo ha cruzado el Rubicón.

La lógica y el manual indicaban que el gobierno de PPK, luego de las elecciones, debió modificar la política de alianzas con que ganó la segunda vuelta. Sin embargo, Fernando Zavala y la entonces ala izquierda del Gabinete lo evitaron a toda costa, allanándose a la estrategia caviar que pasaba por la división de la mayoría legislativa y la judicialización de Fuerza Popular. El resultado: la peor polarización política de los últimos quince años, inimaginables choques Ejecutivo-Legislativo y una crisis de gobernabilidad que se agravó con el escándalo Lava Jato. Si las cosas hubiesen sido diferentes, quizá las denuncias de corrupción no habrían afectado tanto la gobernabilidad.

Después del indulto con fractura de la mayoría legislativa, la gobernabilidad sigue siendo una interrogante. Sin embargo la prepotencia caviar, que pretende arrasar con la soberanía de la democracia (el mandato del sufragio) y aceptar los fallos de la Corte IDH, ha creado una coyuntura en la que se abren diversas posibilidades. La reunión Aljovín-Galarreta, la jalada de alfombra a Maduro en la Cumbre de las Américas, la convergencia de Peruanos por el Kambio y Fuerza Popular alrededor de estos temas y el desmoronamiento del control izquierdista en el sistema educativo nos revelan que la coyuntura puede ser un mundo ancho y ajeno por escribir.

No se puede negar que el presidente Kuczynski se aferra el cargo. Y lo hace con la única posibilidad que le resta: alejarse de los amigos de ayer y buscar nuevas amistades. Sin embargo el problema es que la desesperación por permanecer lo invada todo. Algo de eso existe con la decisión de elevar la Remuneración Mínima Vital sin considerar la productividad de la economía ni la de las empresas, y no obstante que la mayoría de especialistas sostienen que un incremento de ese tipo solo aumentará la informalidad.

De otro lado, el repentino giro del Ejecutivo le plantea una seria interrogante a la mayoría legislativa: ¿Qué hacer con un Gobierno que empieza a desmontar el establishment que pretendía judicializar y encarcelar a los líderes del fujimorismo? ¿Acaso es tan simple sacar el cuerpo de un Ejecutivo que desmonta el aparato caviar que veta la presencia naranja en democracia? Tremendo dilema para Fuerza Popular. No todo puede reducirse a la estrategia hacia el 2021. El largo plazo solo existe cuando se avanza en el corto. ¿0 no?