LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La venganza marxista contra los Fujimori
Apuntes sobre el encarcelamiento de la oposición
A estas alturas es evidente que los errores que acumularon Keiko Fujimori y la dirigencia de Fuerza Popular, de alguna forma, explican lo que ha pasado en el Perú. Sin embargo, la guerra Ejecutivo-Legislativo desatada luego de las elecciones nacionales —y que culminó con la renuncia de PPK— debió resolverse en democracia, con el debilitamiento electoral de Fuerza Popular, tal como había sucedido en las pasadas elecciones municipales. La idea de encarcelar al adversario, estirando leyes y procedimientos para armar un caso, solo puede explicarse desde las peores tradiciones políticas del siglo XX o de la matriz marxista que algunos dicen haber abandonado.
Es imposible justificar la detención por tres años de la dirigencia de Fuerza Popular solo con una investigación preliminar, sin acusación y sin juicio. Es un baldón que llevarán de por vida quienes alentaron este encarcelamiento. Los republicanos no encarcelamos a los adversarios porque la democracia se inventó solo para evitar la guerra entre rivales. Punto. Quienes lo han hecho han cruzado una frontera que tendrá consecuencias durante mucho tiempo. El Apra, por ejemplo, no encarceló a Fernando Olivera, acérrimo enemigo, cuando tenía el poder.
¿Por qué entonces se encarceló a la dirigencia fujimorista? ¿Por qué se anuló el indulto a Fujimori? No vamos a intentar explicar que el indulto era legal o que los fuerzapopularistas no habían cometido delito recibiendo una donación de Odebrecht porque, en el fondo, todos sabemos que aquí estamos frente a decisiones políticas. Tampoco trataremos de responder el argumento de que los magistrados son autónomos, porque en el Perú surgió una mayoría, alentada por el presidente Vizcarra y los medios tradicionales, que presionó a fiscales y jueces para encarcelar a sus adversarios.
Es evidente que la izquierda marxista, en diversos tonos y colores —comunista, colectivista, agrupada en partidos, en ONGs que fungen de “democráticas e institucionalistas”—, encontró el momento ideal para consumar una venganza que venía rumiando desde hace un cuarto de siglo. La razón es demasiado simple: el fujimorismo le quitó los pobres a casi todas las corrientes colectivistas, desde el comunismo autoritario de Sendero Luminoso hasta las izquierdas electorales. De pronto los marxistas se miraron en el espejo y no tenían pobres ni proletariado. Las izquierdas provincianas se refugiaron en las universidades y las capitalinas se quedaron en Miraflores, mientras colonizaban la universidad Católica. El fujimorismo se convirtió en muro de contención del colectivismo hasta las pasadas elecciones nacionales.
El odio antifujimorista creció como un infierno no solo porque los colectivismos perdieron a los pobres, sino porque el fujimorato de los noventa liquidó el estado velasquista, que resumía los objetivos ideológicos del jacobinismo comunista que se instaló en el siglo XX. Énfasis más o menos, el estado velasquista era una etapa del sueño marxista, pero Aberto Fujimori agarró una comba, con plena o poca consciencia de los hechos, e hizo volar por los aires el Estado empresario, el control de los precios y mercados.
Al pulverizar el estado populista, el fujimorismo no solo le quitó los pobres al marxismo, no solo hizo añicos el Estado colectivista, sino que dejó sin empleo a una “clase media” que había engordado con el estatismo. La vuelta a los mercados, al esfuerzo propio, empobreció a muchos, y el antifujimorismo se convirtió en ideología y programa.
El montesinismo derrumbó al fujimorato y los marxistas consumaron su primera venganza a inicios del nuevo milenio. Hoy los marxistas de ayer, más otoñales, con el cabello encanecido, han consumado su segunda venganza. Sin embargo, todo indica que no habrá tercera retaliación, porque el declive del fujimorismo posibilita el surgimiento de una derecha diferente, ideológica de principio a fin, que tiene algo de Trump y Bolsonaro. Es decir, todo indica que los marxistas vengadores muy pronto tendrán que volver a trabajar.
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