La responsabilidad del fujimorismo

Se acabó el recreo para la primera mayoría legislativa

Después del relevo del Gabinete Zavala, el Gobierno del presidente Kuczynski modificó la política de alianzas (con la llamada izquierda caviar, el nacionalismo y el amplio espectro antifujimorista) que mantuvo en su primer año. La apertura de la administración PPK se expresó en los cambios en Educación, Salud y Justicia, y también en las iniciativas políticas y la buena voluntad de Mercedes Aráoz para construir sólidos puentes con la oposición. Aplausos entonces para la distensión y los nuevos aires que parecen soplar entre Ejecutivo y Legislativo.

Ante los mencionados cambios políticos, la mayoría legislativa podría señalar que por fin en el Ejecutivo se comienza a considerar la nueva realidad política consagrada en las pasadas elecciones nacionales. Sin embargo el cambio de política de alianzas en el Ejecutivo obliga a la mayoría legislativa a modificar los énfasis y tonos en el desarrollo de la oposición.

Si bien en el Ejecutivo se cometieron errores, luego de las elecciones nacionales hasta hoy, el fujimorismo solo ha sido sinónimo de oposición. Siempre vale recordar que, al margen de cualquier esfuerzo opositor, el fujimorismo siempre será considerado una fuerza del sistema, por la relación con las reformas de los noventa. De allí que el fracaso de la administración pepekausa salpique directamente a la mayoría legislativa.

En este contexto, el fujimorismo debería evitar que el populismo y el radicalismo estatistas logren hacer pasar leyes como la que prohíbe usar leche en polvo importada en la elaboración de productos lácteos, y la norma que posibilita que una determinada zona por encima de los 3,000 metros sobre el nivel del mar sea considerada la quimera de “cabecera de cuenca” y se desate el garbanzal radical en contra de la mayoría de minas del país. Semejantes leyes nunca debieron pasar en el Congreso y deberían ser derogadas en el acto, porque se convertirán en verdaderos misiles contra el modelo que se inició en los noventa.

De otro lado, el fujimorismo debería presentar una propuesta integral de reforma política del Estado que convoque a un gran debate nacional. La mayoría legislativa tiene los votos para sancionar una reforma y debería hacerlo de cara el país. Temas como el de la bicameralidad, la reforma del sistema electoral y los tipos de distrito electoral, la necesidad de precisar las relaciones Ejecutivo y Legislativo (establecidas en la Carta Política), y la pregunta sobre qué hacer con la regionalización son cuestiones de primer orden.

Finalmente, la mayoría legislativa tiene el deber de apoyar algunas reformas estructurales que deben ser planteadas por el Ejecutivo. Por ejemplo, en la pasada huelga magisterial toda la élite política cerró filas en torno a la reforma meritocrática en la escuela pública. En este contexto, ¿por qué el fujimorismo no puede convertirse en un soporte de la urgente reforma laboral y el relanzamiento de la reforma meritocrática de la escuela, que fue abandonada por el nacionalismo y la gestión Saavedra? ¿Por qué no se puede aprobar la legislación que agilice las inversiones en infraestructuras, vitales para resolver el enorme déficit acumulado?

En cualquier caso, después del relevo del Gabinete Zavala a manos del Legislativo y luego de que el Ejecutivo modificará su política de alianzas para tentar puentes con la oposición, sin temor a yerros se puede decir que se acabó el recreo para la mayoría legislativa: ya no es suficiente ser oposición, se requiere propuestas a gritos.

Víctor Andrés Ponce