Izquierda: a poner las barbas en remojo

La gitanería de los electores del sur

Luego de la primera vuelta se confirmó que la izquierda había conseguido una votación importante por las mismas razones que, alguna vez, habían encumbrado a Julio Guzmán y César Acuña: el antivoto es ancho y ajeno y crea resultados absolutamente inesperados. Todo era producto del azar, de la pura chiripa. Verónika Mendoza se negó a saludar a Keiko Fujimori y PPK, comenzó a hablar como si fuera dueña de la votación conseguida por la izquierda en el sur; pero cuando levantaba los hombros envanecida, las encuestas sentenciaron que los electores del sur ya no se acordaban de la candidata del Frente Amplio. En ese preciso momento comenzó a parecerse a Julio Guzmán, y la expectativa mediática se evaporó.

Los resultados de las encuestas de Ipsos y CPI confirman que el voto del sur es un voto de protesta, y que en la primera vuelta hizo clic con la prédica de Mendoza porque estaban buscando una manera de protestar en contra del Estado. Antes hubo clic con Julio Guzmán, Alfredo Barnechea y, si había más días de campaña, seguro que se venía otro aparecido. El voto gitano del sur no le pertenece a nadie y ahora se arremolina alrededor de PPK, pero todos saben qué está en disputa. Podría terminar, incluso, vistiéndose con los colores naranjas.

Semejantes hechos deberían servir a la izquierda para poner las barbas en remojo y abandonar la soberbia y el mesianismo que destilan en estos días. Deberían recordar que antes de la trepada de Mendoza era evidente que no iban a pasar la valla electoral, y que las propuestas y programas merecen revisarse de acuerdo al humor de las mayorías y la realidad nacional y latinoamericana.

Las propuestas de derogar la Carta del 93 y de desconocer el Acuerdo Transpacífico solo revelan que los dirigentes de izquierda continúan esclavizados por la ideología, antes que por la realidad. Si no hay renovación programática no habrá ideas que defender, sobre todo cuando el triunfo del fujimorismo en primera vuelta coloca a este movimiento en una situación privilegiada en la historia: ya sea en el gobierno o en la oposición, el fujimorismo podría superar las sombras autoritarias vinculando al movimiento naranja con la democracia. En ese contexto, ¿qué marchas contra Keiko impulsarán?

La continuidad del modelo económico permitirá seguir reduciendo la pobreza y engrosando a las clases medias, ¿qué discurso económico redistributivo presentarán? De otro lado, tener veinte representantes en el Parlamento obliga a coordinar la acción política y social en contra de la minería con el discurso de los legisladores. El discurso de Marco Arana tendrá que ser confrontado en el Legislativo por un fujimorismo con voluntad de establecer alianzas —entre el Estado, las empresas y las comunidades— para impulsar las inversiones.

Y, finalmente, intentar comparar a Mendoza con el Alfonso Barrantes de los años ochentas, en cuanto a las posibilidades de organizar una izquierda de masas, resulta una arbitrariedad. La joven candidata no tiene la experiencia y menos las lecturas del Tío Frejolito, quien se manejó con tremenda sagacidad frente a los tiburones de la izquierda marxista. Además, los amigos de la euforia deberían recordar que cuando Susana Villarán triunfó en la alcaldía de Lima hubo las mismas celebraciones y predicciones sobre las posibilidades de la izquierda. Hoy no queda rastro alguno de esa experiencia.

En síntesis la izquierda debería recuperar la humildad y sumergirse en la reflexión, para evitar que los ciclos de apariciones y desapariciones de la zurda se conviertan en lugar común de nuestro volátil sistema político.

Víctor Andrés Ponce