¡Increíble! ¡El progresismo detrás del maoísmo!

Algunos sectores del progresismo han desempolvado las zapatillas y se disponen a marchar este 19 de julio para respaldar la supuesta toma de Lima, que ha convocado el Movimiento por la Amnistía de Derechos Fundamentales (Movadef), el Fenatep, el Conul y sus fracciones, y otros organismos autogenerados vinculados al maoísmo y al eje bolivariano.

¿Qué ha sucedido para que el progresismo –que critica el totalitarismo soviético y las dictaduras y autoritarismos del eje bolivariano– decida plegarse a una acción insurreccional que, incluso, está respaldada por el Partido Comunista del Perú - Militarizado del VRAEM? Es evidente que en la reacción de estos sectores solo hay estados de ánimo, poco cálculo y racionalidad. Quizá ese estado de ánimo provenga de la manera cómo el progresismo ha perdido el control de instituciones tutelares de la República, luego del golpe fallido de Castillo y las olas insurreccionales del verano pasado.

¿Por qué solo hay estado de ánimo? Porque la supuesta tercera toma de Lima puede convertirse en un error estratégico del maoísmo, que podría terminar endureciendo a la sociedad y fortaleciendo más a la derecha, al Ejecutivo, al Congreso. Sectores e instituciones que, frente a la violencia, podrían representar la voluntad del orden nacional e incluso la decisión de seguir creciendo y creando empleo ante la violencia recesiva.

La supuesta tercera toma de Lima puede ser un verdadero tiro por la culata para sus organizadores e, inclusive, podría cancelar toda la campaña de supuestos de Derechos Humanos de la CIDH y de las oenegés de izquierda, que buscan neutralizar el uso constitucional de la fuerza pública para que las milicias radicales marchen libres y serenas a quemar el Congreso de la República.

¿Cuál es entonces la racionalidad del apoyo progresista a la supuesta tercera toma de Lima? Quizá un simple tributo a la ideología, porque las ideas progresistas finalmente son hijas del enorme vientre marxista. Vale recordar que en los años ochenta, cuando Sendero Luminoso desató su orgía del terror, igualmente las izquierdas marxistas que participaban en elecciones pretendieron cabalgar a dos caballos: subirse a la montura del sufragio electoral y también al de la lucha armada. Plantearon entonces la equidistancia cínica entre la estrategia contrasubversiva de las fuerzas armadas y la violencia y terror del senderismo. Hubo un amague de una tercera vía con respecto a la violencia, que luego –a través de las oenegés– se inclinó a favor de la violencia senderista.

Sin embargo, los progresistas de hoy no son los hombres duros de los partidos marxistas de los ochenta. Los progresistas actuales más bien le huyen a los partidos y se proclaman defensores de las libertades más abstractas, de aquellas que nunca existirán, al igual que el paraíso colectivista del comunismo. ¿Por qué entonces embarcarse en el plan maoísta? ¿O acaso se han creído realmente la narrativa de la protesta social?

La tercera toma de Lima, pues, puede terminar fortaleciendo, engrosando, todas las tendencias que llevaron a organizar las corrientes anticaviares en la sociedad y que explican la manera cómo se está desmontando la república progresista que se ha construido en las últimas tres décadas.

Por todas estas consideraciones, todos los demócratas, desde la derecha y las izquierdas, deben decidir si defienden el Estado de derecho frente a la amenaza insurreccional o no. Si no hay defensa de la institucionalidad, entonces, se pueden entender todos estos despropósitos del progresismo.