LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Gabinete de unidad nacional para superar la crisis
La principal tarea del presidente Francisco Sagasti
El mayor error del ex presidente Vizcarra fue creer que empujando al límite la guerra política, que había iniciado Fuerza Popular luego de las elecciones del 2016, iba a alcanzar la victoria. Mediante esa cruenta guerra, Vizcarra arrinconó a la oposición política, construyó popularidad en base a la confrontación contra el Congreso, convocó a un referendo que destruyó el sistema político, cerró inconstitucionalmente el Legislativo. Y eliminada la llamada oposición “fujiaprista”, se inventó un nuevo enemigo con el propio Legislativo que él había prohijado.
Hoy Vizcarra es historia, está fuera de juego y con el tiempo lo dejarán muy solo. El error del ex jefe de Estado fue creer que la guerra significa victoria en el sistema republicano. En realidad, la guerra política es el fin de la república y la desgracia del guerrero. Es una constante de la historia universal. Se puede ganar por unos años, por unos meses, pero siempre es la desgracia del combatiente. Estamos hablando de la guerra política en los sistemas republicanos, no de la guerra militar de los generales.
Si el ex jefe de Estado hubiese convertido su administración en sinónimo del fin de la guerra política, en la superación de esa polaridad que bastardeaba el sistema desde la caída del fujimorato, posiblemente hoy seguiría en el poder. Quizá sin mucha popularidad, pero sería respetado por su condición de estadista. ¿A qué viene este triste recuento de la administración Vizcarra? En realidad, del análisis del principal error de la anterior administración surge la principal tarea de Francisco Sagasti, el nuevo jefe de Estado. En la superación o no de la guerra política residirá el éxito o el fracaso de la nueva administración.
¿Cuál es la condición para crear ese nuevo momento político? Convocar un gabinete de ancha base que incluya a todas las corrientes políticas, combine la presencia de políticos y tecnócratas y, sobre todo, difumine las sombras que produce la presencia del Frente Amplio, un grupo comunista sin anestesias, en la conducción del Legislativo.
Únicamente a través de un gabinete de convergencias se podrá superar la actual guerra que ha destruido la institucionalidad, la política, la economía y los avances sociales, a tal extremo que el argumento de la calle movilizada se ha convertido en “la principal razón”. Un Consejo de Ministros de ese tipo también podrá contener los arrestos populistas que, seguramente, continuarán en el Congreso, sobre todo ahora que la bandera de la hoz y el martillo flamea con tranquilidad en el mástil de la Plaza Bolívar.
Pero sobre todo un gabinete de amplia convocatoria le devolverá predictibilidad al país, y descartará los justificados temores que se producen alrededor de las estrategias comunistas que buscan convocar una asamblea constituyente para redactar una constitución anticapitalista.
Algo más. Si el presidente Sagasti se convierte en el sepulturero de la guerra política, no solo se reactivarán las inversiones, el crecimiento y la generación de empleo; también comenzará a restablecerse el tejido político e institucional destruido por la guerra política de la anterior administración, y se convertirá en el jefe de Estado del Bicentenario que recordarán las generaciones futuras. Y el Perú, pese a todas sus guerras, y pese a cómo se ha maltratado la Carta Política, logrará concretar su quinta elección nacional sin interrupciones.
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