¿Estrategia humalista?

A propósito de una conducta recurrente que desacredita la institución presidencial

Cuando el presidente Ollanta Humala convocó a la prensa extranjera y señaló que el fujimorismo tenía su origen en “una cloaca” algunos pensaron que se trataba de uno más de los exabruptos a los que suele acostumbrarnos. Sin embargo, el hecho de que el ministro de Justicia, Daniel Figallo, haya sostenido que el jefe de Estado había basado sus críticas contra el fujimorismo en razones de la historia, nos revela que el asunto había sido más pensado de lo que parecía. Para desterrar cualquier duda, el congresista Daniel Abugatas, ratificando su pasión futbolera, sostuvo que el affaire Burga había empezado con el fujimontesinismo.

Antes de reflexionar sobre las posibles razones humalistas para el último gancho contra el fujimorismo, una cuestión previa. ¡Qué lamentable que Humala desprestigie de esa manera la máxima magistratura del país! Convocar a la prensa extranjera y lanzar fuego contra el principal partido de la oposición no corresponde a la estatura de un jefe de Estado, ni aquí ni, como se dice, en la Cochinchina. Nunca la política se había envilecido tanto. Pero, ¿qué piensan los estrategas de la polarización que lanzan a un desaforado Humala?

En este escenario solo caben dos posibilidades: O el nacionalismo ha decidido ubicarse en la esquina del más duro antifujimorismo como parte de una estrategia hacia el 2016 o alguien en Palacio  está buscando una crisis de gobernabilidad para evitar la larga noche que enfrentarán Humala y Nadine Heredia apenas dejen el poder. El caso López Meneses y el de Martín Belaunde tienen muchas conexiones con los interruptores de Palacio.

Según esta última aproximación, la reacción de Humala antes que una ofensiva contra el opositor es la típica conducta de alguien que se siente acorralado, sin posibilidades de romper el cerco que él mismo ha levantado entre su gobierno y la oposición.

En cualquiera de las dos hipótesis se hiere a la democracia. Los débiles soportes de una institucionalidad vuelven a crujir con un jefe de Estado que actúa como un peleador callejero. Pero además la voluntad de resucitar el antifujimorismo nos indica que el escenario del 2016, probablemente, se parecerá demasiado a la segunda vuelta del 2011, cuando Humala solo fue elegido por el sentimiento anti.

Una de las cosas que llama poderosamente la atención es que el mismo día en que el ministro de Economía, Alonso Segura, anunciaba una reducción de impuestos que beneficiará a empresas y ciudadanos, en clara voluntad a favor de la reactivación, Humala le robaba las primeras planas mencionando cloacas y otras oscuridades. ¿La política palaciega se ha autonomizado de una manera radical de la gestión de los ministros, sobre todo, los vinculados a los sectores productivos? Es como si Humala no tuviera proyecto económico o no le interesara el asunto, pero sí claras decisiones políticas.

¿Qué hacer ante el descontrol humalista? Aquí vale recordar un viejo aserto de las democracias parlamentarias europeas, que se menciona cuando se avizora una crisis política. Una democracia requiere de un buen gobierno, pero cuando éste se convierte en fuente de la ingobernabilidad, entonces, es hora de que la oposición gobierne.

Gobernar en este caso no significa el poder sino evitar el envilecimiento público. ¿Cómo? En primer lugar, NO pisar los palitos del provocador, quien pretende que la política se transforme en una pelea callejera. En segundo lugar, organizar todas las estrategias en función del 2016. El relevo democrático es la única luz al final del túnel de uno de los peores gobiernos de las últimas décadas.

Por Víctor Andrés Ponce
(21 - nov - 2014)