¿Es posible otro escenario?

Todo indica que el crecimiento del 2017 apenas llegará al 2.5%. Y que si persiste el entrampamiento político por la coyuntura vacancia/indulto el Perú no lograría expandir su economía en 4% el 2018, no obstante los precios del cobre y de las exportaciones en general y los buenos vientos de la economía mundial. En otras palabras, el principal problema de la economía ha pasado a ser la política.

Aquí no solo se suman los capítulos de una perpetua crisis política en los quince años de democracia, sino el hecho de que los grados de competitividad que sumaban a la economía las reformas de los noventa simplemente se han agotado. Es decir, las reformas desreguladoras del comercio y los precios, las privatizaciones y la disciplina macroeconómica, ya cumplieron su papel en el impresionante proceso de reducción de pobreza del 60% de la población a solo 20%.

Para simplificar las cosas, el Perú ya no tiene combustible para seguir creciendo a tasas altas. Y si a esto le sumamos que la llamada izquierda caviar triunfó en su estrategia —ante la impresionante indiferencia de PPK— de bloquear un entendimiento entre Ejecutivo y Legislativo, hasta que se conocieron los pagos de Odebrecht a Westfield y se desembocó en la crisis de gobernabilidad actual.

Si la política no cambia, se comenzará a ahogar la economía en una típica de sociedad de ingresos medios, que suele caracterizarse por la inevitable irritación de los ciudadanos que dejaron de ser pobres en contra del modelo (pese a que ese mismo modelo explica el abandono de la pobreza) cuando este lentifica el crecimiento. Es decir, que cuando la expansión económica deja de reducir pobreza, los ex pobres suelen acabar con la propia economía que los benefició. Es lo que sucede hoy en el Perú, con el agravante de que en las elecciones del 2006, del 2011 y del 2016 ya se produjo el choque frontal entre las propuestas anticapitalistas y los defensores del sistema.

Considerando la manera como se van posicionando los actores luego de la coyuntura vacancia/ indulto, no parece nada simple destrabar el nudo político, la encrucijada, que ha organizado el acuerdo entre PPK y Alberto Fujimori; porque ambos han sacado adelante el pacto, en la práctica, enemistándose con los movimientos que antes lo respaldaban. Pero lo más grave: no lograron armar un nuevo bloque político que otorgara gobernabilidad a las relaciones Ejecutivo y Legislativo; y peor todavía, los dos líderes longevos terminaron aislándose, perdiendo cualquier predicamento en sus respectivas orillas. Sin temor a yerros, hoy PPK y Alberto aparecen colgados de la brocha.

Sin embargo una cosa sí no puede suceder en política: la reversión del indulto. Asistiríamos a una catástrofe política que, simplemente, convertiría la polarización política en el peor enemigo de la economía, de cualquier posibilidad de seguir persistiendo en los círculos virtuosos del crecimiento. Y un desenlace de ese tipo también abriría las puertas a la estrategia antisistema, que pasa por adelantar elecciones, redactar una Carta Política anticapitalista y convertir a las turbas sociales en protagonistas de la coyuntura.

En un contexto de ese tipo, la economía simplemente se congelaría. Todo el Perú se pararía y los proyectos antisistema comenzarían a frotarse las manos observando cómo los yerros y los dioses comienzan a favorecerlos. En cualquier caso vale preguntarse, ¿se puede imaginar un escenario diferente? Claro, siempre y cuando el Perú se aferre a su Carta Política.