El presidente entrevistador

Sobre el programa de TV del jefe de Estado

La idea del programa “Conversando con el presidente”, en el que el jefe de Estado se convertirá en el entrevistador de los ministros del Gabinete, parece provenir de la evaluación de que la recuperación de la popularidad del gobierno (una nueva segunda luna de miel) se explica por la inversión publicitaria y la relación con los medios. A entender del suscrito, semejante presbicia política llevará a la administración pepekausa a malgastar esta segunda oportunidad que le otorga la población.

Si valen las sugerencias a la fortaleza ensoberbecida del pepekausismo —que durará algunos meses—, habría que recordar que luego de las elecciones nacionales el gobierno disfrutó de su primera luna de miel y que la popularidad se vino en caída libre, precisamente, por haber sobrevalorado el papel de los medios de comunicación y haber olvidado la importancia de la política. Y la recuperación de la popularidad del oficialismo solo tiene una explicación: los aciertos en la atención de la emergencia y el descubrimiento de la importancia de hacer política de abajo hacia arriba. No hay medio que valga, pues, con mala política.

Conocidas las características personales de PPK, es evidente que será un mal entrevistador, un mal comunicador y estará sobreexpuesto innecesariamente a los yerros de un tecnócrata sin entrenamiento político. ¿A quién se le ocurrió distraer al jefe de Estado de las tareas impostergables de la gobernabilidad? Nadie lo entiende. La Presidencia de la República es la primera magistratura de la nación y es deber de todos los peruanos preservarla.

La voluntad televisiva del gobierno solo se explica por su renuncia a la política: falta de un acuerdo con la mayoría legislativa, desarrollo de una confrontación gratuita e innecesaria, y preocupantes retrasos en la atención a los damnificados por los desastres naturales.

Pero, ¿cómo entender la lectura oficialista que sobrevalora el papel de los medios? Todo tiene que ver con los resultados de las elecciones pasadas. Algunos creen que Keiko Fujimori perdió las elecciones por la feroz oposición de los medios y no por los errores inconmensurables de la campaña naranja. Allí está la madre del cordero. Cuando el gobierno se desplomó en caída libre luego de su primera luna de miel, el oficialismo debió haber releído las cosas y entender que sin buena política todo es ilusión.

Un gobierno que sobrevalora a los medios y desdeña a la política está condenado a seguir en lo mismo, lo cual es una terrible noticia para la democracia. Sin un entendimiento entre Ejecutivo y Legislativo, más temprano que tarde, comprobaremos la erosión de la popularidad gubernamental; mientras la mayoría legislativa, sentada en la tribuna, contempla cómo los leones se comen a los gladiadores que ayer pugnaban por la división del rival. En un escenario de ese tipo todos habremos perdido, sobre todo quienes defendemos las libertades políticas y económicas.

Y las cosas parecen avanzar por esa incierta ruta. Que la ministra de Salud, Patricia García, señale que la continuidad de la epidemia del dengue es “un sicosocial” solo puede ser consecuencia de la soberbia de creer que la realidad se organiza desde una portada o del set de televisión de los medios amigos. Observar al Ejecutivo negarse a escuchar el clamor nacional acerca de la brutal ola criminal que se apodera de las calles —sobre la base de estadísticas preliminares (ojo que casi nadie ya formula denuncias policiales)— y sostener que estamos en la ruta correcta es, en realidad, ningunear el suplicio de las calles y apostar a construir “la realidad” desde las redacciones.

Nada, pues, parece haber cambiado en la política. El gobierno sigue en lo mismo y la oposición entrena el músculo para el próximo golpe. Y ahora el jefe de Estado se convertirá en entrevistador. Todo empieza a tener un aire surrealista. Ojalá nos equivoquemos.

Víctor Andrés Ponce