El extraño giro de Keiko

Sobre los políticos y el “síndrome del periodicazo”

A estas alturas quizá se puede afirmar que Keiko Fujimori se ha propuesto ganar en primera vuelta. El apoyo de la bancada fujimorista a todas las iniciativas estatistas en el Congreso, el respaldo naranja a la ley que permite que Petroperú administre el Lote 192, y las recientes declaraciones de la lideresa de Fuerza Popular, señalando que “cuando han ocurrido conflictos sociales, las empresas se han portado mal”, solo se pueden entender a partir de una redefinición general de la estrategia.

El giro hacia la izquierda y el latigazo contra las empresas buscan disolver, desconcertar, a los núcleos duros del antifujimorismo y posicionar a la candidatura naranja en la centro izquierda. Sin embargo el antifujimorismo es un mundo ancho, ajeno, inasible, que casi nada tiene que ver con izquierdas y derechas. Un ejemplo: en el momento en que Keiko aparezca con posibilidades de ganar en primera ronda lo más probable es que el electorado proclive al anti empiece a buscar con desesperación al candidato que, al margen de su apellido ideológico, evite el triunfo naranja. Así son las cosas con la irracionalidad de los anti.

Pero lo más riesgoso del giro fujimorista es que, a lo mejor, se disparan balas para cazar mosquitos. Todo indica que Keiko crece de a poquitos por el hundimiento nacionalista que se asocia a la esencia del antifujimorismo. De allí viene el goteo a favor de los naranjas. ¿Patinar hacia la izquierda puede aumentar la tendencia a favor? ¿Cómo?

El problema de Keiko es que se está deslizando al escenario de la izquierda con rebote mediático, que carece de significación nacional. No obstante esta delgada capa izquierdista sí tiene objetivos ideológicos que funcionan en elecciones al margen del poder electoral. Por ejemplo, la gente no solo está molesta por la clase política, por la corrupción, sino también por la desaceleración económica. La zurda tiene una clara agenda en estos temas y atribuye la desaceleración a fallas del mercado antes que a yerros del estado.

Si lo más probable es que las densidades del antifujimorismo y de las campañas “decencia versus corrupción” disminuyan por el deterioro moral del humalismo, entonces, la economía, el crecimiento y el modelo pueden convertirse en asuntos decisivos en el tramo final de la elección. Pero si Keiko se ha comenzado a vestir con polos rojos, a lanzar latigazos contra el empresariado, de pronto, podría aparecer atrapada en las redes de la zurda y, ¿cómo cambiar de discurso?

Cualquier candidato alternativo que demuestre que el retroceso y el peligro de perder los logros económicos y sociales de los últimos 25 años se deben a los errores del estado podría poner contra las cuerdas al oponente que ha endiosado al estado y ha lanzando pedradas contra el mercado.  Solo basta echar manos de las estadísticas para demostrar el desastre estatal.

En semejante contexto Keiko estaría atrapada en las aguas movedizas de la incoherencia, una situación que le ha sucedido más de una vez a Lourdes Flores Nano, quien luego de ser arrinconada como candidata de los ricos quiso ser candidata de los pobres y, bueno, el mensaje no pasó.

De alguna manera, los políticos que encabezan las encuestas podrían comenzar a ser víctimas del “síndrome del periodicazo”. Es decir, creer que el rebote y la amplificación mediática de la izquierda corresponden a la racionalidad de las mayorías. Quizá bastaría recordar todas las campañas anti propaganda de esa izquierda y cómo, pese a todos los ventiladores encendidos, la mayoría sigue prefiriendo a Keiko, PPK y Alan García, para superar el temor y optar por la realidad.

Por Víctor Andrés Ponce