El equilibrio del sociólogo

Tía María es suma de errores del Estado y violencia antiminera

Los acontecimientos de Islay representan otro capítulo de la extrema polarización ideológica del país. Por un lado, quienes defienden la minería como parte de un modelo de desarrollo y, por el otro, los sectores que se oponen a la extracción de recursos naturales y demonizan a la empresa privada. En los enfoques sobre el tema ha surgido un consenso: la responsabilidad de un Estado que ha cobrado ingentes cantidades en impuestos, pero que ha sido incapaz de proveer servicios a las provincias alejadas como una de las causas del conflicto. Pero las diferencias se ensanchan cuando se trata de enjuiciar los métodos de violencia cuasi insurreccionales que desarrolla el radicalismo anti minero.

Diversos sociólogos y analistas de izquierda han llamado la atención sobre la descalificación del otro que se revela en los enjuiciamientos de los últimos días. A partir de allí critican a una visión autoritaria de derecha que busca imponer los proyectos mineros a la fuerza y a un radicalismo antiminero que se opone a la minería. El equilibrio aparece prudente.

Sin embargo, el guardar silencio frente a la estrategia violentista del radicalismo rompe los equilibrios y coloca al sociólogo en actitud tolerante frente a la turba que bloquea calles, puentes, ataca puertos, y puestos policiales. ¿Por qué es tan trascendente tomar posición sobre la violencia? Por la sencilla razón de que la estrategia radical no funcionaría sin el bloqueo de la carretera. 0, ¿sí? Sin el huaracazo quizá los diálogos y acercamientos tendrían más resultados y el radical reduciría su margen de maniobra frente a la población y se eliminaría el disparo fatal de las fuerzas del orden.

No se puede comparar el bloqueo de una carretera del radical antiminero con la violencia terrorista de los ochenta. Más allá de los excesos, la primera tiene un contenido social, en tanto que la segunda solo una sangrienta cubierta ideológica. Sin embargo si se puede recordar el papel de equilibristas que desarrollaron los miembros de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) para condenar al Estado y al terrorismo casi por igual.  La CVR se ubicó en el medio no obstante que el colectivismo violentista le declaró la guerra al país.

La CVR no denunció la raíz marxista de la violencia de los ochenta y antes que un camino de reconciliación se abrieron todas las rutas de guerras y enfrentamientos entre peruanos. En cada aniversario de la CVR los bandos desenvainan las espadas y se preparan para el combate. Bueno, ese equilibrio extraño de la CVR de ayer tiene algo del equilibrio del sociólogo y del analista de izquierda de hoy. No debemos repetir los errores.

Si el sociólogo de izquierda, que gusta de apropiarse de “lo académico” y de la discreción del análisis social y político, señalase que los errores del Estado, la ausencia de partidos, y la demagogia con violencia del radical antiminero se combinan para desatar los conflictos socio ambientales, entonces, estaríamos muy cerca de gestar un consenso nacional sobre el problema. Pero antes el sociólogo tendría que condenar los métodos cuasi insurreccionales de lucha que pretenden legitimar como parte de la vida cotidiana los grupos que se autodenominan post-extractivistas. En todo caso, que empiecen las aproximaciones.

Por Víctor Andrés Ponce

13 - May - 2015