¿Ejecutivo y Legislativo en guerra populista?

El Ejecutivo anunció un impuesto para los ricos. Horas más tarde precisó que no se trataba de una nueva carga al patrimonio, sino a los ingresos, a partir de los S/ 10,000. La idea de los ricos que la pasan bien frente a los pobres que pierden sus empleos y se ven obligados a regresar a sus pueblos flotaba como una instantánea ya conocida. Se olía el tufillo de “un Gobierno que se ocupaba de los pobres y le ajustaba la clavija a los poderosos”. Era el olor de todos los populismos latinoamericanos que caía bien en medio de una administración que fracasaba en la contención de la pandemia, sin pruebas moleculares ni respiradores.

Casi por acto reflejo, Rafael Merino, presidente del Congreso y militante de Acción Popular, se sumó a la propuesta del Ejecutivo y del grupo parlamentario del Frepap, que ha llegado al Congreso a cargarse a “los ricos que explotan a los pobres”. Si el Congreso ha aprobado una ley para que los aportantes de las AFP retiren el 25% de los fondos (hasta S/ 12,000), una corrida que podría descapitalizar a las entidades que administran las cuentas individuales de los futuros jubilados y que podría lanzar al precipicio a las acciones de las AFP, ¿cómo el Congreso podía permanecer al margen de la fiesta populista? De ninguna manera. En el Perú, entonces, los políticos de todas las corrientes han iniciado una feroz carrera populista.

El concurso entre los políticos, pues, es quién sintoniza mejor con “el pueblo peruano en medio de la pandemia y la recesión que se avecina por el colapso del sistema de salud”. A ninguno de ellos parece interesarle el modelo económico que se instauró en los noventa y que, hasta antes del Covid-19, había triplicado el PBI, había reducido la pobreza del 60% de la población a solo 20% y había transformado al país en uno de ingreso medio. Si se produce un derrumbe de acciones de las AFP, el modelo entrará en cuestión y perderán los mercados donde invierten los futuros jubilados. No se habrán producido las reformas necesarias en el sistema privado de pensiones, pero habremos regresado al estatismo chavista kirchnerista de las pensiones.

Si pasa la propuesta para seguir cargando a los formales que financian los recursos con que los políticos crean ministerios ideologizados y sin ninguna importancia –el Midis, de la Mujer, Cultura y Medio Ambiente, entre otros– el Ejecutivo se convertirá en el principal enemigo de la recaudación, porque muchos formales pasaran el territorio ancho y ajeno de la informalidad. Y el Perú seguirá perdiendo posibilidades de enfrentar la pandemia y la recesión.

¿Qué hay detrás de esta carrera populista que han iniciado los políticos? Una absoluta incomprensión de las grandes transformaciones que se han producido en el Perú en las últimas tres décadas. En los últimos treinta años se produjo el fin de las divisiones estructurales entre las sociedades criolla andina: la costa se andinizó, surgió un empresariado cholo y la peruanidad adquirió contornos más definidos. Los yanaconas desaparecieron, surgieron los malls en los conos de Lima y en las ciudades se configuraron clases medias, además de algunos sectores precarios. 

¿Cómo se explican esos cambios tectónicos? ¿Por los políticos, los intelectuales y los partidos políticos? De ninguna manera. La única explicación: los mercados y el poderoso sector privado formal e informal que emergió. Una sola cifra lo explica: el 90% de los ingresos por renta que recibe el Estado corresponde a 40 corporaciones nacionales.

Sin embargo, el Estado fracasó en todo, pese a tener los bolsillos repletos de dinero. No compró pruebas moleculares ni respiradores. Y hoy los comunistas quieren destruir lo único que ha funcionado: el sector privado y los mercados. Brutal, pero así es el fundamentalismo.