Desorden general en el Gobierno

Algo grave comienza a suceder en el Ejecutivo, porque empiezan a salir a la luz hechos que revelan que ya no existe una voluntad común, una idea general sobre cómo sacar adelante el país, sino estrategias particulares de cada ministro, de cada actor, que pueden terminar en guerras mediáticas y batallas públicas. Un panorama de ese tipo revela dos cosas: ausencia de un liderazgo que ordene las voluntades y una descomposición de la idea general sobre lo que significa gobernar, crear gobernabilidad en el país.

El fin de semana pasado se conoció un audio en el que la ministra de la Producción, Ana María Choquehuanca, le pide a un dirigente gremial de las pequeñas empresas marchar y protestar en contra del Ministerio del Interior, porque las supuestas demoras en algunas compras del Estado provendrían de una dependencia de ese Ministerio. Un ministro llamando a protestar en contra de otro ministerio deja en claro que ya no existe un Gabinete con una propuesta para sacar al país de la recesión, para enfrentar la ola criminal y restablecer la paz social. Lo que parecería existir es más bien una colisión de estrategias e intereses particulares.

Un escenario de este tipo no debería extrañar demasiado, sobre todo considerando que, luego de un año del golpe fallido de Pedro Castillo, el Ejecutivo no ha podido organizar una gestión económica coherente que enfrente la recesión, convoque al sector privado y restablezca la confianza en los mercados. Tampoco ha sido posible organizar una respuesta integral del Estado para contener la ola criminal.

El ministro de Energía y Minas, Oscar Vera, de una u otra manera, es el representante directo del programa económico de Castillo, con el proyecto de nacionalizar el petróleo y convertir Petroperú en una pequeña Pdvsa, en momentos en que cae la inversión privada y comienzan a existir problemas fiscales por los rescates financieros que se acumulan a favor de la petrolera estatal.  Si bien el presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, ha sostenido que el Estado no hará nuevos aportes a Petroperú, es evidente que la permanencia de Vera en el sector de Energía y Minas indica que todo puede suceder en el Ejecutivo y que el asunto está por verse.

A estas incoherencias habría que sumarles lo que empieza a ser un trascendido recurrente en el Ejecutivo, acerca de que las legítimas disputas por la presidencia del Consejo de Ministros terminan definiéndose con filtraciones de denuncias en los medios nacionales.

En otras palabras, en el Ejecutivo comienza a notarse un enorme vacío de liderazgo, una pelea de todos contra todos, una situación que, en medio de la recesión y el desarrollo de la ola criminal, demanda un cambio total o parcial del Gabinete. En cualquier caso, los cambios tienen que ser tan significativos que deben despejar la densa neblina que bloquea la confianza y la credibilidad.