De mujer a mujer

Keiko Fujimori elogia a Verónika Mendoza

Keiko Fujimori acaba de sostener que le gustaría que una mujer pase a la segunda vuelta. Tirios y troyanos entendieron que la candidata del fujimorismo se refería a Verónika Mendoza, la postulante del Frente Amplio. ¿Un piropo gratuito o frío cálculo electoral? Diversas fuentes dentro del fujimorismo señalan que, luego de diversas mediciones, los seguidores de Keiko habrían llegado a la conclusión de que Mendoza es la rival más fácil de vencer en una segunda ronda, por sus vinculaciones con el proyecto chavista de “La Gran Transformación”, y sus negadas relaciones con Venezuela y con Nadine Heredia.

Semejantes fragilidades de Mendoza podrían permitir una amplia convergencia de los votantes de PPK, Alan García e, incluso, de adherentes de Alfredo Barnechea. Se organizaría una polarización alrededor del miedo que desencadena la receta bolivariana y se morigeraría la polarización fujimorismo versus antifujimorismo. Tales especulaciones no parecen demasiado jaladas de los pelos.

Ahora bien, el piropo fujimorista a Mendoza también podría producir el efecto contrario. Es decir, el electorado no fujimorista podría reparar que la candidata del Frente Amplio es la menos indicada para enfrentar a Keiko en la segunda ronda y, entonces, PPK, Barnechea y García se beneficiarían con esta percepción.

En todo caso es la primera vez que Keiko opina sobre sus hipotéticos rivales en el ballotage, y quizá valdría la pena detenerse en la manera cómo el fujimorismo está enfrentando el accidentado desarrollo de la campaña electoral.

Hasta hoy el fujimorismo, de alguna manera, ha hecho lo que debería hacer. Keiko Fujimori ha comenzado a aparecer como la candidata más sobria, siguiendo al pie de la letra un libreto que la aleja de los exabruptos. Cuando la violencia se desató en contra de los mítines, el fujimorismo reaccionó con una prudencia que sorprendió: de pronto, los herederos del régimen de los noventa aparecían vinculados a la tolerancia y distantes de la violencia. Si los ataques hubiesen persistido, Keiko, tarde o temprano, no solo se habría victimizado como candidata fujimorista, sino también en su condición de mujer.

Pero eso no fue todo. Keiko comenzó a “disparar” contra Nadine Heredia y la cúpula palaciega intentando desarrollar una nueva polarización en contra del régimen nacionalista. Atribuyó las marchas del movimiento “NO a Keiko” a Palacio de Gobierno, y los tuits de la señora Heredia le otorgaron verosimilitud a esta estrategia naranja.

En todo caso, el éxito de estas reacciones políticas y estrategias tiene que ver con los resultados. Luego del vendaval antifujimorista la intención de voto a favor del fujimorismo no se movió un pelo, más allá de que el antivoto y las resistencias comenzaron a crecer, como parte del avance natural de una campaña.

Más allá de las encuestas y las simulaciones de hipotéticas segundas vueltas, nunca el fujimorismo estuvo en situación tan expectante. La intención de voto para el Legislativo nos indica que el fujimorismo se convertirá en la indiscutible primera mayoría. Y nadie podrá gobernar con el fujimorismo en contra.

Tales tendencias deberían llevar a los militantes del antifujimorismo a reflexionar. El fujimorismo ya forma parte del sistema político y, tarde o temprano, con un Fujimori o sin un Fujimori, llegará a Palacio de Gobierno. En otras palabras, no se puede pensar la democracia sin el fujimorismo; mientras que es posible imaginarse una guerra civil si se excluye al movimiento naranja.