¡Cuidado con el adelanto electoral!

La renuncia de David Tuesta al Ministerio de Economía es el campanazo que nos recuerda que la crisis política, que parecía conjurada con la renuncia de Kuczynski a la Presidencia de la República, no ha terminado. La explicación: Fuerza Popular ha renunciado a su principal responsabilidad de organizar una salida política al país. El presidente Martín Vizcarra y el presidente del Consejo de Ministros (PCM), César Villanueva, comienzan a demostrar las limitaciones de dos solitarios sin respaldo político.

La renuncia de PPK y la ascensión de Vizcarra, en el acto, produjo una involución económica: un Gabinete Frankenstein en economía, con un ala de ministros proinversión y otro anti inversión, y con un ministro de Trabajo que pretende eliminar la única norma laboral que ha funcionado en las últimas dos décadas: la Ley de Promoción Agraria.

Pero la renuncia de Tuesta no solo tiene que ver con los encontronazos tributarios con el PCM, sino con el hecho de que Villanueva pulverizó la autoridad del Ministerio de Economía —ganada en los últimos 25 años—, negociando con los transportistas la devolución del ISC sin la presencia del MEF y de Tuesta. Al parecer Villanueva desdeña a uno de los pocos sectores que ha funcionado en el Estado desde las reforma de los noventa. Bueno, así estamos.

El gran problema es que la estrategia de Villanueva ni siquiera es buena política con mala economía. La negociación con los transportistas ha reavivado el imaginario antisistema: todos los sectores sociales afilan sus demandas y preparan sus jornadas de protesta. Se viene el radicalismo magisterial y de otros grupos organizados. Terrible.

Vizcarra y Villanueva tropiezan notoriamente mientras el sistema político, el Perú y la democracia se empantanan en el faccionalismo. Un sector de medios cree que puede envolver sus demandas mercantilistas de subsidio estatal en las banderas de la libertad de prensa, que es como si los productores de papa solicitaran el subsidio estatal invocando principios de mercado. En su afán de preservar el subsidio estatal, este sector de la prensa desarrolla una feroz campaña contra el Congreso, exigiendo el cierre del Legislativo y llega a colocar micros y cámaras a los desadaptados que incendian un patrullero. Así están los supuestos demócratas y algunos periodistas.

Fuerza Popular, por su lado, no solo ha renunciado a transformar el Perú, algo que le pasará una enorme factura en el 2021, sino que desarrolla una tendencia faccionalista en su accionar general: solo se defiende de los ataques de los medios y prioriza las sanciones a los impresentables Avengers, quienes cuentan con el respaldo del antifujimorismo, el Frente Amplio y todos los movimientos antisistema habidos y por haber.

Impericia del Ejecutivo y faccionalismo extendido es la suma que le puede servir la mesa a una propuesta antisistema en el 2021. Si una mayoría legislativa renuncia a transformar un país en medio de un desmadre nacional, entonces ha llegado el tiempo de la aventura. El capítulo siguiente de esta historia de despropósitos podría ser el debilitamiento general de la administración Vizcarra, con una ofensiva social antisistema a la boliviana y que desencadene el inevitable adelanto de elecciones. Allí sí que sentiremos el calor del infierno. Ojalá que estas reflexiones solo expresen el desánimo que produce contemplar a un país que pierde una extraordinaria oportunidad. Veremos.