Convertir la ola en un tsunami anticomunista

A estas alturas para todos es evidente que las ventajas con las que empezó Pedro Castillo sobre Keiko Fujimori en la segunda vuelta se reducen considerablemente. La brecha se acorta y, según la última encuesta de Datum, el candidato del lápiz apenas tiene cinco puntos de ventaja. De no mediar errores graves de Fuerza Popular, entonces, es evidente que estamos ante tendencias que van definiendo el desenlace electoral.

Una de las constantes de estas tendencias es la reducción del antivoto de Keiko y el aumento del rechazo a Castillo. El candidato del lápiz empezó con mucho menos antivoto, con menos resistencias, mientras que la lideresa fujimorista –horas después de la primera ronda– evidenció una densidad en antivoto que hizo estremecer a todos los sectores que defienden el sistema republicano y las libertades políticas y económicas. Sin embargo, todo indica que el antivoto de Keiko se diluye mientras avanza en intención de voto en los sectores A, B, y C y comienza, como se dice, a sentar reales en los segmentos D y E. 

¿Cómo explicar el avance de la candidatura de Keiko? Considerando que el antivoto fue una construcción histórica que desarrollaron los progresismos, los comunismos y los colectivismos durante dos décadas en el Perú –un proceso que se reforzó con los errores acumulados por Fuerza Popular desde el 2016–, parece imposible imaginar que, en una campaña de tres semanas, se pueda disolver el rechazo al fujimorismo.

Únicamente existe una sola explicación racional: la ola anticomunista que, en tres semanas de campaña, han desarrollado de manera espontánea, las clases medias del Perú en contra de la candidatura de Castillo, es largamente más poderosa que el antifujimorismo. Es una ola que se expresa en movilizaciones desde los barrios mesocráticos hasta los territorios emergentes de los emprendedores del capitalismo popular. Una ola que se difunde en decenas de videos, tiktoks, paneles, banderolas e infinitud de expresiones y formas de propaganda. Esa ola anticomunista en contra de Pedro Castillo, Cerrón y el movimiento del lápiz, simplemente, comienza a licuar el antivoto de Keiko y posibilita su avance en las encuestas de intención de voto.

La movilización espontánea de las clases medias peruanas cumple un principio de la guerra que se reproduce en todas las segundas vueltas o balotajes: los adversarios buscan eliminar las posibilidades electorales del otro y, en ese camino, definen un enemigo principal o un mal mayor a evitar, y suman alianzas tras alianzas, hasta formar una clara mayoría.

El anticomunismo entonces ha sido el eje movilizador de esta campaña única en la historia. En ese contexto, han funcionado todas las estrategias de Fuerza Popular: desde la humanización de la candidata hasta el gesto audaz e histórico de Chota en que el mundo rural, popular y excluido de las provincias, adoptó la forma y el mensaje de mujer. El gesto y el programa social presentado por Keiko en Chota para los excluidos de la sociedad marca un antes y un después en el curso de la campaña y EN la propia historia de la lideresa del fujimorismo.

Hoy los pobres comienzan a entender que no se puede combatir el hambre, que se no puede conseguir agua y desagüe, que no se repartirá adecuadamente el canon, que no se duplicará Pensión 65, que no se entregarán tablets ni se construirán 3,000 colegios con al actual Estado fallido; pero igualmente, de ninguna manera con el comunismo.

Por todas estas consideraciones es hora de convertir la ola en un verdadero tsunami anticomunista que permee a todos los sectores A, B, C y posibilite que nuestros excluidos comprendan que no tienen salida sin un cambio hacia adelante, sin terminar con el Estado fallido. Y que todos los objetivos hacia el futuro nunca serán posibles con la amenaza comunista. 

¡Nadie soluciona el hambre ni la falta de agua con el comunismo! ¡Imposible!