Congreso elige a 6 miembros del TC y agoniza república progresista

No obstante la fragmentación política de las bancadas del Congreso y la extrema polarización política que desata el Gobierno de Pedro Castillo y Perú Libre –sobre todo alrededor de la asamblea constituyente– el Congreso de la República sorprendió a medio mundo: una amplia convergencia de derechas e izquierdas logró elegir a seis miembros del Tribunal Constitucional y, de alguna manera, el sistema republicano se dio un respiro frente a la grave destrucción nacional que desata la administración Castillo.

¿Por qué decimos que se trata de un nuevo aire para el sistema republicano? Porque nunca nadie imaginó que la anterior mayoría del TC iba a llevar al máximo tribunal a los niveles deterioros que conocimos. La actuación de los magistrados Marianella Ledesma y Eloy Espinoza debería ser analizada por todos los estudiantes de derecho constitucional, porque ambos contribuyeron al derrumbe del sistema republicano, que acumulaba dos décadas de continuidad constitucional a través de cuatro elecciones sucesivas sin interrupciones.

Toda la tragedia y destrucción institucional que hoy procesamos, en realidad, comenzó a fraguarse con la pasada administración Vizcarra, el referendo y el cierre inconstitucional del Congreso el 30 de septiembre de 2019. Una fecha fatídica para las libertades y que encumbró una república progresista en que los gobernantes no eran los representantes elegidos por el sufragio del pueblo, sino una élite cuyo gran mérito era controlar instituciones y maniobrar desde ellas para manejar el Estado. Era evidente que esa perversión del sistema republicano no iba a durar demasiado. Así fue, y ese modelo parió a Pedro Castillo y la tragedia que hoy todos contemplamos.

Uno de los argumentos que utilizaron los sectores que apuntaron al cierre del Congreso fue una supuesta “negación fáctica de confianza” al Ejecutivo luego de que el Gabinete del Solar presentara una confianza por la elección de los magistrados del TC. Es decir, el Ejecutivo, como cualquier dictadura, arrasaba una función exclusiva y excluyente del Legislativo. La barbarie constitucional de cerrar un Congreso con una figura que no existe en la Constitución dejó de llamarse “un golpe de estado” por la sencilla razón de que el TC encabezado por Ledesma y Espinoza convalidó semejante despropósito que deberá ser estudiado y analizado.

A nuestro entender, desde ese golpe encubierto contra el Legislativo, el sistema republicano comenzó a desmoronarse pieza por pieza hasta elegir a Pedro Castillo, un candidato que hizo campaña en contra de la Constitución y comenzó a gobernar pisoteando el texto constitucional.

En ese sentido, es necesario felicitar el trabajo del congresista José María Balcázar, presidente de la comisión encargada de la selección de los magistrados, y al congresista Jorge Montoya, de Renovación, quienes se dedicaron a tejer acuerdos y a buscar convergencias que permitieron el resultado.

No sabemos por qué algunos comunistas y sectores de izquierda convergieron en la mayoría que eligió a los nuevos miembros del TC, porque la mayoría de los nuevos miembros del TC defiende la economía de mercado y es de derechas. Lo que nos queda claro es que el progresismo vinculado al vizcarrismo votó abiertamente en contra.

Es difícil entender la naturaleza de esta convergencia en el Congreso, pero es innegable que el sistema republicano vuelve a respirar y el Congreso a existir ante la opinión pública. 

Ojalá esta amplia convergencia signifique el preludio de un amplio acuerdo de las bancadas para superar el desastre de Castillo y Perú Libre, y para organizar la urgente transición. En cualquier caso, la buena política convierte lo imposible en posible.