Bipolaridad económica

¿Por qué nuestra economía se ha llenado de sobrerregulaciones y trabas burocráticas?

Ahora que los especialistas comienzan a pronosticar que el Perú crecerá menos de 4% del PBI el 2014, es momento de analizar todas las costuras de una de las economías más abiertas de América Latina, que ha llegado a convertirse en una de las más burocráticas y con tal cantidad de sobrerregulaciones que todas las libertades económicas se vuelven relativas. Por ejemplo, ¿cuál es el valor de que existan restricciones para invertir en recursos naturales y de mantener una de las legislaciones ambientales más extremistas del continente, que han paralizado US$ 24,000 millones en emprendimientos? Es obvio que no vale de mucho. Otra pregunta: ¿de qué sirve la libertad de empresa si es que los costos laborales representan un Muro de Berlín para acceder a la formalidad? Es obvio que esta libertad solo la ejercen quienes pueden pagar esos gastos sin poner en riesgo el capital.

Pero, ¿cómo es posible que la economía más abierta de América Latina padezca de esta bipolaridad económica? Si bien la incoherencia económica formó parte de los últimos regímenes democráticos post Fujimori, es evidente que las cosas se han agravado durante el gobierno de Humala. Por ejemplo, el Ministerio del Ambiente se ha convertido en una fortaleza anti inversión. En el caso de la legislación laboral el asunto viene de atrás, pero, en general, el pecado le pertenece a los regímenes de Toledo, García y Humala.

En el caso de la legislación laboral el asunto adquiere los sonidos del escándalo. Las cifras nos indican que solo el 25% de los trabajadores tienen algún nivel de protección social, llámese CTS o vacaciones. El resto es el océano de la informalidad. ¿Para qué se mantiene una legislación que representa 60% de sobrecostos laborales y que es imposible de cumplir por la mayoría de empresarios? ¿Para qué se mantiene una legislación pro informalidad?

La respuesta a esta pregunta no corresponde a la racionalidad económica. Tanto en la legislación ambiental como en la legislación laboral las contrarreformas anti mercado se desarrollan o mantienen por la ideología que demoniza al empresario y que ha venido favoreciendo a intereses mercantilistas (ONGs del ecologismo radical y CGTP) que han logrado ganarse el sentido común de la gente.

Si el empresario es un “enemigo del bien común”, si el empresario es un “vulgar explotador”, si el empresario es un “inescrupuloso que ensucia los ríos y los bosques”, entonces, hay que levantar tal cantidad de sobrerregulaciones que las inversiones en recursos naturales sean imposibles o que obliguen a los “chupasangres explotadores” a socializar la plusvalía con el trabajador mediante una rígida legislación laboral. El resultado: desaceleración e informalidad en el empleo.

El caso peruano es impresionante en América Latina. No sucede nada parecido en México, Chile y Colombia, sociedades parecidas a las nuestra en cuanto a estándares de libertad. Aquí los últimos tres presidentes democráticos se eligieron desarrollando campañas en contra del mercado y la potencia de la ideología anti empresarial brota en cada circunstancia posible. Semejante situación se expresa en las mencionadas sobrerregulaciones y representa una grave amenaza para la libertad. ¿Por qué?

Por la sencilla razón de que la libertad, a lo largo de la historia, nunca ha provenido del Estado, de los nacionalismos o las religiones, sino, básicamente, ha sido energía producida por el sector privado. ¿En qué sociedad libre el sector privado no representa la mayoría de la economía y la sociedad? En ninguna. Y, aunque le duela a nuestros socialistas vergonzantes, el eje del sector privado es el empresario, sin el cual no habría existido lo que la humanidad llama Occidente.

Por Víctor Andrés Ponce