Avengers desconcertados

El desconcierto que parecía haberse apoderado del llamado sector albertista del fujimorismo, y los propios rostros desencajados de los llamados “Avengers” a la hora de responder ante las expulsiones —de la bancada de Fuerza Popular— de Kenji y otros dos congresistas, revela que nunca imaginaron que el destierro del vientre partidario habría de llegar. Y es que a estas alturas, en ese sector se creía honestamente que Fuerza Popular solo era la herencia de Alberto Fujimori y el legado de lo bueno y lo malo de los noventa. Cuando la congresista Maritza García sostiene que consideran participar en las elecciones regionales con cualquier aliado eventual, se confirma el terrible error en el diagnóstico sobre la naturaleza de Fuerza Popular.

Pero el error de los Avengers no solo es yerro exclusivo. De alguna manera la debacle del Gobierno pepekausa, el actual entrampamiento de la gobernabilidad, la precariedad del indulto a Alberto Fujimori, y la paralización general del Estado y la sociedad tienen que ver con este error, que ya debería formar parte de una gran investigación sociológica. Considerar que el indulto con la fractura de Fuerza Popular podía organizar la gobernabilidad quizá era una aproximación entendible en la llamada izquierda caviar (que solo existe para el veto al fujimorismo en democracia), pero de ninguna manera para los peruanos de buena voluntad que pretendemos organizar una sociedad abierta.

Si Fuerza Popular solo representa la herencia de Alberto, entonces no era necesario un pacto a la española entre el Ejecutivo y el Legislativo, los pepekausas podrían seguir gobernando con nacionalistas y el universo variopinto del antifujimorismo porque, tarde o temprano, Alberto en libertad arreglaba las cosas y todo se organizaba para bien. Este grave error en el diagnóstico, más el caso Lava Jato y los pagos de Odebrecht a Westfield, organizaron, pues, la terrible crisis de gobernabilidad que atraviesa la República.

¿En qué consiste el monumental error? El kenjismo, con el apoyo de los medios y el respaldo sin rubor de las encuestadoras (el menor de los Fujimori, como un dios nórdico, seguía subiendo mientras caía el apoyo al indulto), repitió que Keiko Fujimori era una perdedora porque había sido derrotada en dos segundas vueltas. Era una parte de la verdad. Todos ignoraron que con la caída del fujimorato, el fujimorismo había desaparecido, había sido pulverizado por el autoritarismo y la corrupción de Montesinos. Los resultados: apenas tres congresistas electos en la elección pos-Fujimori. Sin embargo Keiko, con sus aciertos y errores, decidió organizar la herencia y el legado de los noventa.

En el Perú del siglo XX, los líderes políticos que más recorrieron el Perú profundo fueron Víctor Raúl Haya de la Torre, Fernando Belaunde, Alberto Fujimori y, bueno, entre los jóvenes, Keiko Fujimori. El trabajo en bases de Fuerza Popular fue impresionante. El solo hecho de organizar el legado de los noventa convirtió ese legado en algo diferente. Los resultados se levantan como una cordillera: Keiko 61 congresistas y Alberto 10, pero con el detalle de que el aparato naranja se organiza para pelear palmo a palmo las elecciones regionales.

¿El suscrito presenta un análisis sesgado y tendenciosamente profujimorista, como pretenden etiquetar algunos? De ninguna manera. Se trata de un análisis que solo es esclavo de la realidad, porque los yerros que hoy criticamos explican el desmadre actual de la gobernabilidad. ¿Qué democracia ha funcionado en la historia cuando se desencadenaba una guerra contra una mayoría legislativa? Imposible. Lo que está pasando tenía que suceder. A veces equivocarse con respecto a la naturaleza de la primera fuerza política, surgida de una elección nacional, puede determinar el futuro de la democracia. ¿O no?