Alan, Vargas Llosa y Venezuela

El autoritarismo y la represión en Venezuela y su repercusión en la política peruana.        

Con toda justicia, Venezuela se ha convertido en un puching ball internacional que se golpea en defensa de la libertad y de los presos políticos llaneros, pero también hay golpes cruzados cuando se trata de política interna. Por ejemplo, el ex jefe del gobierno español, Felipe González, acaba de asumir la defensa jurídica del líder de la oposición chavista, Leopoldo López, y del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, con enormes repercusiones en España. Más de uno ha recordado los nexos del Podemos español y de Pablo Iglesias con el autoritarismo venezolano que muta aceleradamente a una dictadura sin maquillaje.

Aquí en el Perú, la negativa de Ollanta Humala de recibir a Mitzy Capriles y Lilian Tintori, esposas de los mencionados líderes opositores llaneros, ha motivado un claro distanciamiento de Palacio de Mario Vargas Llosa, uno de los garantes del régimen nacionalista.

Pero las cosas no quedan allí. El líder aprista, Alan García, emula al ex jefe socialista español y también se apunta como abogado de López y Ledezma. Es evidente que, por angas o por mangas, la situación de Venezuela se ha convertido en un bocado para quienes pretenden aderezar sus ubicaciones en la política interna, no solo en Lima sino también en Madrid. ¿Qué significa todo esto?

De una u otra manera, el hecho de que Maduro comience a gobernar por decretos como cualquier sátrapa de la historia, al margen de la Asamblea Nacional, y que se anuncie una recesión de -7% del PBI en el país llanero, transforma a Caracas en una especie de leprosorio político imposible de defender. Los silencios y complicidades frente a la barbarie chavista desencadenan rápidos y efectivos pronunciamientos.

Semejante situación se convierte en un activo en Perú a favor de la continuidad de la democracia y del mercado de cara a las elecciones del 2016. La izquierda no tiene proyecto alternativo a la economía libre, excepto algunas críticas gaseosas que pueden engrosarse con la desaceleración económica. Pero es evidente que no existe propuesta. Cuando se atreve a formular una, la cercanía con el estado empresario o el estatismo en general evoca sobre la marcha el despropósito venezolano. Y entonces la munición y la artillería quedan a disposición de los demócratas y libertarios, incluso, para lavar ciertos pecadillos.

Quizá los hechos comentados nos indiquen que las aproximaciones sobre Venezuela se transformarán en elementos fundamentales en la próxima campaña electoral. Algunos candidatos intentarán usar el tema como una línea divisoria entre demócratas y autoritarios, al margen de la existencia de un candidato de izquierda defensor del proceso chavista.

Hoy, hasta Tierra y Libertad de Marco Arana saca el cuerpo del bulto venezolano argumentando “la maldición de los recursos naturales”. Y ni qué decir de los sociólogos de izquierda que pretenden dar la hora en el análisis desarrollando enfoques equidistantes del proceso venezolano y del llamado neoliberalismo. Así están las cosas con el desastre llanero.

Si recordamos que el modelo venezolano es una copia de la economía de Velasco en el Perú, con el tipo de cambio controlado, con los precios regulados, la escasez y el desabastecimiento, entonces, podríamos tener una vacuna incuestionable contra la momia estatista que, a veces, se viste de quinceañera con nuestros desorientados pulpines.

Por Víctor Andrés Ponce
27 - Mar - 2015