Amenazas para la paz y la seguridad en América

Como international fellow del Center for a Secure Free Society (SFS), la semana pasada asistí al Forum 2017 de Seguridad Hemisférica, realizado en Washington DC, donde se discutieron las distintas amenazas que hoy existen para la paz y la seguridad de toda América. En el primer bloque, moderado por Pablo Gato de Univisión, tres ex viceministros de Defensa norteamericanos para el Hemisferio Oeste (Norte, Centro y Sudamérica) debatieron acerca de los cambios en los actores que vienen presionando la agenda geopolítica local (China, Rusia e Irán).

El segundo bloque, integrado por Ken Abramowitz, Salid Phares, Lisa Daftari e Ilan Berman, moderado por Mike Waltz, abundó en la influencia regional de los tres actores citados en el párrafo anterior. Por la tarde se analizaron los riesgos y amenazas derivados de la interacción entre el terrorismo y el crimen organizado. En dicha sesión el secretario de Inteligencia de Guatemala expuso con claridad la problemática expansión regional de las pandillas.

La sesión de cierre, íntegramente en español, moderada por Fernando del Rincón, estuvo dedicada a Venezuela y su impacto en la región. Participaron el ex presidente boliviano Jorge “Tuto” Quiroga, la congresista colombiana María Fernanda Cabal y la presidenta de la venezolana Asociación Civil Control Ciudadano, Rocío San Miguel. El picante latino no se hizo extrañar en la discusión respecto a la mejor opción para recuperar a Venezuela para la libertad.

Me quedó claro que —tras años de mirar prioritariamente solo a Europa, Medio y Lejano Oriente— los analistas estadounidenses empiezan a prestar atención a la activa presencia de nuevos actores en el continente americano. Tanto en el campo político como en las amenazas a la seguridad de los ciudadanos de la región, campos que, en algunos casos como el de Venezuela, se traslapan notoriamente.

El carácter de primera potencia económica y militar que tiene los Estados Unidos, conlleva generalmente una dificultad de la que pocos de sus profesionales logra sacudirse: la dificultad para entender como normalidad deseable solo la situación propia (producto de su cultura, su historia, su Constitución y sus raíces). Para ellos es muy difícil ponerse en los zapatos de un ciudadano de otras latitudes. Este error a menudo es adoptado involuntariamente por los profesionales latinoamericanos graduados en escuelas de negocios de EE. UU., y en aquellas que miran a la realidad norteamericana.

Cuando se estudia un modelo exitoso es imprescindible ser consciente de la necesidad de adecuación a la realidad geográfica, social y cultural de cada país. Pero dicha dificultad, para el análisis y la propuesta de soluciones, no debe llevarnos a menospreciar la capacidad de recolectar información acerca de los riesgos y amenazas.

El terror como método de acción radical hace mucho que cruzó el océano. El fiscal argentino Alberto Nisman pagó con su vida acercarse a los aparentes vínculos entre el Gobierno de Cristina Kirchner y los autores del atentado contra la AMIA. La globalización no solo ha afectado a los mercados económicos, también ha borrado las fronteras para las organizaciones delictivas, incluidas aquellas que usan el terror como herramienta de conquista de poder. Ellos no dudan en fondearse con lucrativas actividades delictivas, como el narcotráfico, la minería y tala ilegales o la trata de personas.

De cara a los dos eventos del 2018 (visita papal y Cumpre de las Américas), más nos vale entender que no hay amenaza lejana en el mundo contemporáneo, y actuar coordinadamente en consecuencia. Recordemos que Hezbollah tiene presencia creciente en Perú y que hace muy poco Brasil enfrentó con éxito la amenaza de ISIS.