Los círculos virtuosos entre educaciones pública y privada

Siempre solemos repetir que a fines de los noventa la Universidad Nacional Mayor de San Marcos tenía 35,000 estudiantes. En la actualidad tiene la misma cantidad de estudiantes. Si los estudiantes universitarios a fines de los noventa sumaban alrededor de 400,000 estudiantes en tanto que ahora sobrepasa más de 1 millón, ¿cómo así San Marcos ha evitado la tugurización y la sobrepoblación que caracterizaban a esta universidad en los ochenta? Vale recordar que, en ese entonces, dos tercios de la matrícula estaban en las universidades nacionales y solo un tercio en los claustros privados (universidades asociativas)

Hoy San Marcos y la mayoría de universidades públicas tienen el mismo alumnado que tres décadas atrás, no obstante que la población universitaria se ha incrementado en más de 60%. Algo más. Ahora el presupuesto de las universidades públicas se ha incrementado en más de cinco o seis veces más. Es decir, mejor infraestructura y maestros mejor pagados en las universidades nacionales para la misma cantidad de estudiantes.

A mediados de los noventa, cuando el Estado estaba quebrado por varias décadas –por el estado-empresario, por la hiperinflación y el terrorismo– se promulgó el Decreto Legislativo 886 que posibilitó el ingreso del sector privado al sistema educativo. Se produjeron las mayores inversiones privadas en las universidades, institutos y colegios de educación básica.

De esta manera el sector privado llegó a absorber dos tercios de la matrícula a través de universidades asociativas y privadas en tanto que el sector público atiende un tercio. En la educación básica el sector público tiene dos tercios del alumnado mientras que el privado apenas un tercio.

El sector privado entonces fue la tabla de salvación del sistema educativo, porque amplió la cobertura educativa que un Estado quebrado no podía asumir. A nuestro entender, la sociedad habría estallado sin el gigantesco aporte del sector privado a la educación, sobre todo considerando que la violencia y el terror que afectaron a los peruanos, de una u otra manera, provino de la influencia maoísta de la escuela pública.

Según las últimas pruebas PISA, los colegios privados están largamente por encima de los centros públicos. Allí están los incuestionables resultados y puntajes. Por otro lado, las universidades privadas comienzan a destacar en el ranking de las universidades nacionales, en cuanto a investigaciones y en el proceso de licenciamiento educativo que se ha desarrollado. Es decir, hay una educación privada de calidad en educación básica y superior.

Al respecto no se debe olvidar que la única posibilidad de reflotar y relanzar la universidad pública nacional, evidentemente se debe al aporte privado en el sector. Hoy la universidad de San Marcos renace porque ha sorteado la amenaza de la tugurización. En otras palabras, los círculos virtuosos entre la educación pública y privada están largamente demostrados. Sin embargo, esas sinergias que a la larga favorecen a los más necesitados, son ocultadas por una campaña de demonización del sector privado educativo que no se justifica. 

Por ejemplo, según el estudio Estudio de contribución económica de la educación privada en el Perú, de Apoyo y Consultoría, se establece que si se eliminará el sector privado el Estado tendría que incrementar en S/ 20,000 millones el presupuesto del sector, que suma alrededor de S/ 35,000 millones. Es decir, en más de la mitad. Si no hay incremento, los más pobres tendrían menos recursos en los colegios.

Por otro lado, se ha construido una leyenda negra sobre las pensiones en los claustros privados. Se dice que son inalcanzables para los sectores populares. En el mencionado estudio de Apoyo se establece que el 73% de los alumnos de los claustros privados provienen de los sectores C, D y E.

Es tiempo entonces de entender que sin el aporte privado es imposible siquiera imaginar la reforma de la educación en el Perú.