Veinte para el BCR y desaprobación para el MEF

Una breve mirada a la economía del año pasado nos señala que el crecimiento del 3.2% del PBI que se pronostica es una noticia que todos los peruanos de buena voluntad debemos celebrar. El hecho de que el crecimiento de la economía tenga mucho que ver con el rebote en la pesca y la agricultura –muy afectados por los eventos climáticos en el 2023–, de ninguna manera ensombrece el mérito de seguir creciendo, sobre todo luego de que el sistema republicano comienza a remontar la devastación del gobierno de Pedro Castillo y su intento de golpe fallido.

Sin embargo, vale señalar que se trata de un crecimiento mediocre, que no sirve para seguir reduciendo la pobreza en una sociedad en que uno de cada tres peruanos es pobre. Diversos estudios nos señalan que para reducir la pobreza en el país por lo menos necesitamos crecer sobre el 4% del PBI para absorber la demanda de empleo de los cerca de 300,000 jóvenes que se siguen incorporando cada año a la economía nacional.

En este contexto, igualmente, vale subrayar que, no obstante, la crisis política e institucional, la dramática desaprobación del Ejecutivo y el Legislativo, las denuncias que se acumulan contra los políticos y las leyes populistas que se aprueban en el Congreso (ampliación del Reinfo, nombramientos automáticos de maestros, creación de 40 universidades públicas) el modelo económico vigente desde tres décadas atrás todavía mantiene sus columnas principales.

Y el principal factor que alienta el optimismo sigue siendo el impecable trabajo del Banco Central de Reserva (BCR) que ha logrado manejar la inflación a niveles óptimos: entre enero y diciembre del 2024 la inflación sumó 1.97%. De esta manera el Perú contabilizó 27 años y 11 meses con inflación de un solo dígito y el sol peruano sigue ubicándose como una de las monedas más fuertes de la región.

Sin el BCR, pues, el modelo estaría en problemas; sobre todo considerando que durante el gobierno de Dina Boluarte, el déficit fiscal ha comenzado a descontrolarse. Por dos años consecutivos no se cumplirán las metas fiscales por el incesante incremento del gasto público y la permanente sangría de recursos fiscales de Petroperú. Las cifras preliminares indican que el gasto público el año pasado se incrementó en 8%.

El 2024 el déficit fiscal sumará 3.7% del PBI según los primeros estimados, no obstante que el Ejecutivo se había comprometido a un hueco fiscal de 2.8% del PBI luego de incrementar la trayectoria desde el 2.4%. El 2023 la proyección del déficit era de 2.4%, pero se llegó al 2.8%.

En este contexto, una mala noticia será el crecimiento casi nulo de la inversión privada en el Perú; es decir, del principal motor del crecimiento y de la reducción de la pobreza. Vale anotar que la inversión privada representa el 80% del total invertido en el país y el 80% del total de la reducción de pobreza en las últimas tres décadas. Un nulo crecimiento de esta variable, pues, nos indica que el modelo y la economía están en graves problemas.

Frente a esta situación lo único que le resta al Perú es desarrollar una segunda ola de reformas que incremente el PBI potencial; es decir, nuestra capacidad de crecer sin generar inflación. ¿Cómo se hace? Reformando el Estado, reduciendo y racionalizando gastos, reduciendo ministerios, simplificando y abreviando trámites, eliminando burocracia innecesaria, reformando el sistema tributario y laboral, desarrollando una audaz reforma educativa y del sistema de salud y solucionando los graves problemas de infraestructuras.

Debemos relanzar el modelo económico que ha generado la mayor inclusión social de nuestra historia republicana.