¡Increíble! El Perú no logra reducir la pobreza a niveles prepandemia

La inevitable relación entre pobreza monetaria y crecimiento es una variable que los comunistas y progresistas suelen ignorar para relativizar el papel de la inversión privada en la reducción de esta lacra social que debería ser inaceptable en el Perú, sobre todo por nuestra posición privilegiada como país minero. En el documento Evolución de la pobreza monetaria 2010-2021, elaborado sobre la base de los resultados de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), se establece que la pobreza monetaria afectaba al 25.9% en el 2021; es decir, 4.2% menos que en el 2020 cuando esta lacra social flageló al 30.1% de la población.

Sin embargo, no obstante que los años 2020 y 2021 correspondieron a un periodo de superciclo de los precios de los minerales –sobre todo los del cobre– la pobreza el año pasado sumaba 5.7% porcentuales más que antes de la pandemia (el 2019 fue de 20.2%). Ante estos resultados, es inevitable concluir que los anuncios de la constituyente, las nacionalizaciones de los recursos naturales y el desgobierno general del Perú han desplomado el crecimiento de la inversión privada.

No nos cansaremos de repetirlo. El principal motor y combustible del impresionante proceso de reducción de pobreza de las últimas tres décadas (del 60% de la población afectada por este flagelo a solo 20% antes de la pandemia) ha sido la inversión privada, que representó alrededor del 80% del total invertido en el Perú. Según todos los organismos multilaterales, del total de reducción de pobreza de las últimas tres décadas, el 75% es aporte privado; es decir, efecto del crecimiento que genera empleo.

Para explicarlo de otra manera. Todos los economistas coinciden en que cada año cerca de 270,000 jóvenes se incorporan a la economía. Por otro lado, igualmente señalan que por cada punto de crecimiento se generan 90,000 empleos. Por lo tanto, para evitar que la pobreza aumente por el desarrollo demográfico, se necesita crecer sobre los tres puntos porcentuales. De lo contrario la sociedad se convierte en una fábrica de pobreza.

Planteada las cosas así, es incuestionable que el gambito de la constituyente y la nacionalización de los recursos naturales simplemente ha derribado las posibilidades de crecimiento de la inversión. ¿Quién va a invertir si el jefe de Estado solo se dedica a anunciar que va a cambiar el régimen político y económico del país? En la minería se percibe la tragedia: pese al superciclo de los precios de los minerales –el Perú es segundo productor mundial de cobre– el crecimiento de la inversión minera caerá cerca del 15% no obstante que el superciclo de precios anterior –de una década atrás– la inversión minera se expandió sobre el 160%.

Los resultados en la reducción de pobreza por regiones en el 2021 son devastadores. La pobreza flagela al 39.7% de los sectores rurales y al 22.3% las zonas urbanas. 

Sin embargo, en la medida que el gobierno colectivista no ha podido tocar las grandes vigas del modelo, pese a la imposibilidad de recuperar los ingresos previos a la pandemia, la reducción de pobreza en el 2021 con respecto al 2020 fue mayor en las áreas rurales que en las ciudades. En el campo fue de 6% y en la ciudad de 3.7%. Una clara demostración de que el crecimiento de una economía abierta finalmente beneficia a los más pobres.

No obstante, es evidente que el Gobierno de Pedro Castillo, de Perú Libre y del Movadef, quieren hacer del Perú una fábrica de pobreza. Necesitan destruir a las clases medias y convertir a las mayorías en pobres para legitimar sus estrategias clientelistas y tomar el poder.