Algunos días después de la APEC, poco a poco, el Per&uac...
El Ranking de Competitividad Mundial del Institute Management Development (IMD) de Suiza acaba de registrar la caída de la competitividad del Perú: un terrible puesto 63 de un total de 67 países. ¿Por qué el Perú se derrumba en sus niveles de competitividad? ¿Acaso solo por los yerros del Ejecutivo, del Congreso o de las secuelas desorganizadoras del gobierno de Pedro Castillo? De ninguna manera.
La pérdida de competitividad es una fenómeno que se desata luego del fin del fujimorismo de los noventa e inicios del nuevo milenio. En ese entonces las izquierdas neocomunistas, a través de un ejército de oenegés, comenzaron a construir fábulas y relatos que, si bien no cuestionaban directamente la Constitución y el modelo económico, buscaban adrede detener la revolución capitalista en curso para construir una sociedad de acuerdo a los parámetros progresistas. Por ejemplo, en la actualidad, la llamada Agenda 2030.
El potencial de la minería representaba un puente que hubiese abreviado nuestro camino al desarrollo. Si el Perú, en las últimas dos décadas, hubiese ejecutado su cartera de inversiones mineras hoy tendría un ingreso per cápita cercano a un país desarrollado, con más de 50% de su población como clase media consolidada y menos de 10% de la población en pobreza. Sin embargo, la minería fue detenida en seco y, con ese hecho, se detuvo el capitalismo peruano en general.
En ese entonces todas las oenegés anticapitalistas desarrollaron relatos y narrativas que señalaban que la minería moderna era una amenaza a los recursos hídricos para consumo humano y la agricultura. El estribillo de “agua sí, oro no” frenó las inversiones de Conga y todo el cinturón de cobre del norte en Cajamarca y también el proyecto Tía María en Arequipa. Se creó un abismo entre algunas poblaciones y la minería moderna, mientras los procedimientos y trámites mineros aumentaban de 12 a 265.
Si la minería moderna es la enemiga de los recursos hídricos para el consumo humano hay que sobrerregular los procedimientos hasta el límite “para ahorcar a los malvados y hay que utilizar la violencia para detener los enemigos”. La fábula neocomunista derrumbó la competitividad del Perú en minería y los resultados los constatamos ahora.
El caso de la minería y la sobrerregulación del Estado podrían extenderse a todos los sectores de la economía. Por ejemplo, en pesquería las fábulas del ecologismo radical llevaron a restarle extrema productividad a la industria pesquera que paga impuestos, crea empleo y explica la prosperidad de varias zonas de la costa. Antes se pescaba desde la milla 3, sin embargo, las leyendas ecológicas establecieron que para preservar la biomasa de anchoveta se debía pescar desde la milla 5. Lo increíble de todo es que, según el Instituto del Mar Peruano (Imarpe), ya sea con pesca en la milla 3 o milla 5, la biomasa de anchoveta se mantiene en 10 millones de toneladas métricas anuales. Las oenegés medioambientalistas, pues, le causan un terrible daño a la competitividad de nuestra industria pesquera.
Algo parecido se pretende hacer con el milagro agroexportador peruano. Una convergencia de oenegés, sorprendentemente financiadas por países occidentales, comienzan a construir leyendas y mentiras acerca de que las empresas agroexportadoras no respetan derechos laborales, no obstante que el único lugar donde hay derechos sociales en el agro es en el sector moderno de la agricultura. El objetivo: mantener las sobrerregulaciones a la legislación creadas por el gobierno provisional de Sagasti.
Como se aprecia la actividad de las oenegés de izquierda en las últimas tres décadas ha sido tan nociva para el país que representa la única explicación para hablar de una nueva década pérdida para el Perú. Allí, pues, está la causa del derrumbe de nuestra competitividad.
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