El éxito de Tía María también será un triunfo cultural

Luego del anuncio del reinicio de las actividades del proyecto Tía María se ha desatado un interesante debate sobre el futuro del Perú y la minería. Sin embargo, lo que empieza a quedar como evidencia es que el reinicio del proyecto de cobre en Islay (región Arequipa) podría representar un hito, un punto de inflexión, en cuanto al relanzamiento de las inversiones mineras en el Perú. Vale anotar que a inicios de la segunda década del nuevo milenio, no obstante contar con todos los permisos y licencias aprobados, los proyectos de cobre Tía María en Arequipa y Conga en Cajamarca se bloquearon por el desarrollo de narrativas destructivas y de la violencia antiminera del radicalismo.

A partir de esos hechos se paralizaron la mayoría de las inversiones de nuestra cartera minera. La última megainversión conocida fue la de Quellaveco, no obstante que el Perú es el tercer país con mayores reservas de cobre y que los precios del metal rojo están en alza porque la demanda no cesa de aumentar. Con el bloqueo de nuestras inversiones mineras el Perú perdió la posibilidad de abreviar su camino al desarrollo. Si hoy estuviesen en ejecución la mayoría de nuestros proyectos, el país –a pesar de la crisis política– crecería sobre el 5%, más del 50% de la sociedad se consideraría como clase media consolidada y la pobreza estaría debajo del 15% de la población.

No es exagerado entonces hablar de una década perdida para el Perú desde el bloqueo del proyecto Tía María. De allí la simbología, el momento paradigmático, que representa el reinicio de las actividades de este proyecto de cobre. Igualmente, vale recordar que detrás del bloqueo de Tía María y de Conga estaba el predominio de un relato que señalaba que la minería era una amenaza para los recursos hídricos de consumo humano y de la agricultura. Hoy sabemos que el Estudio de Impacto Ambiental de Tía María contempla el uso de agua de mar a través de una planta desalinizadora y que no se utilizará el agua del río Tambo.

En Cajamarca, igualmente, se ha comprendido que la construcción de la represa de Chonta, que posibilitará abastecer de agua a los cajamarquinos las 24 horas y que permitirá que los agricultores desarrollen dos cosechas al año (ahora solo tienen una usando agua de lluvia), solo será posible si es que avanzan los proyectos mineros de Michiquillay, Conga, Galeno y La Granja, entre otros.

El reinicio de las actividades de Tía María, pues, no solo representa US$ 1,400 millones en inversiones, cerca de S/ 300 millones en canon y regalías y alrededor de 9,000 puestos de trabajo, entre directos e indirectos, sino que también significa una verdadera revolución cultural a favor de la minería y el capitalismo nacional.

Superados los relatos corrosivos del progresismo neocomunista, entonces, en las regiones y provincias de los Andes se entenderá que la mejor manera de cosechar agua es a través de la construcción de represas y reservorios, tal como lo han hecho los países desarrollados. Para avanzar en ese objetivo el desarrollo de la minería es vital. 

Igualmente, en el Estado y las dependencias estatales se entenderá que antes que regular y poner trabas a las inversiones mineras, la organización estatal debe promover y acompañar las inversiones en nuestros metales. Desde la independencia, nunca las provincias tuvieron tantas posibilidades gracias a la minería. ¡No perdamos la oportunidad!