El Estado como enemigo de la sociedad

En las últimas tres décadas en que el PBI se cuadruplicó y la pobreza se redujo del 60% de la población a 20% antes de la pandemia (luego del gobierno de Pedro Castillo volvió a subir a 30%), y la sociedad se transformó de una de ingreso bajo a otra de ingreso medio, el Estado se convirtió en la gran muralla en contra del crecimiento y el progreso nacional.

El modelo económico consagrado en la Constitución de 1993 sobre la base del papel subsidiario del Estado con respecto al sector privado, el respeto irrestricto a los contratos, la libertad de mercados y precios, muy por el contrario, se desarrolló en medio de narrativas en contra de la inversión privada, la minería, las agroexportaciones, la pesca industrial y el turismo. Estos relatos anticapitalistas de las corrientes progresistas y neocomunistas se convirtieron en la base cultural e ideológica que fomentó e impulsó la sobrerregulación del Estado a través de procedimientos y trámites inimaginables en una sociedad con economía de mercado.

Con la burocratización del Estado no solo se crearon más trámites, sino que se organizaron ministerios como el de Ambiente, de la Mujer, de Cultura y otros que nunca debieron pasar de direcciones descentralizadas de los ministerios. Cada ministerio creado tenía que justificarse con un nuevo procedimiento y una nueva burocracia, porque las narrativas y relatos predominantes indicaban que había que contener la voracidad y la mala fe del sector privado.

Así llegamos al actual Estado burocrático que, a través del gobierno central, los gobiernos regionales, los municipios y las empresas públicas, consume alrededor de un tercio del PBI nacional, que suma cerca de US$ 260,000 millones. El gasto estatal es enorme para una economía de ingreso medio y, sobre todo, considerando el fracaso del Estado en proveer servicios de seguridad, justicia, salud, educación, entre otros.

El Estado burocrático se convirtió en la principal cordillera que detiene la inversión privada y, por lo tanto, la principal fuente de pobreza en el país. Vale anotar que la inversión privada, el principal motor de la economía nacional que representa el 80% del total de lo invertido y explica el 80% del total de pobreza reducida, según el Banco Mundial, desde una década atrás está en caída libre. La principal explicación: el surgimiento del Estado burocrático.

Asimismo, el Estado sobrerregulado es la principal causa de informalidad en nuestra sociedad. Algunas regiones —como Puno, Cajamarca y Ayacucho— incluso tienen niveles de informalidad en la economía y la sociedad que se acercan al 90%. ¿Cómo es posible que se presente semejante situación? La mayoría de la economía nacional —no hablamos de los ingresos del Estado— está movilizada por pequeñas y microempresas que representan cerca del 90% del total de las unidades empresariales de la sociedad y proveen más de dos tercios del empleo. Para esas pequeñas unidades los costos y trámites que demanda el Estado para acceder a la formalidad son sencillamente inalcanzables. Y he allí la causa del porqué el Perú es uno de los países más informales de la región.

Planteada las cosas así es evidente que todos los logros del modelo económico en el Perú provienen, principalmente, del sector privado a excepción de algunas islas de excelencia estatal como el BCR, por ejemplo, en el manejo de la política monetaria. En otras palabras, el Perú ha crecido, ha reducido pobreza y se ha convertido en una sociedad de ingreso medio, en las últimas tres décadas, a pesar del enemigo general en que se ha convertido el Estado.

Para relanzar el modelo, entonces, hay que eliminar el Estado burocrático. No hay otra.