Continúa ofensiva contra minería en el sur

Luego de haber bloqueado la producción de más de un millón de toneladas de cobre en Cajamarca —que le habrían permitido al Perú crecer por encima del 4% en los últimos años y seguir reduciendo pobreza sostenidamente— el radicalismo ambiental ahora enfila sus campañas contra el llamado Corredor Minero del Sur. Una zona en la que se produce alrededor del 50% del cobre nacional y que concentra más del 60% de la cartera de nuestros proyectos mineros.

Como parte de esa estrategia radical se ha publicado el libro Conviviendo con la Minería en el sur andino, escrito por César Flores, vinculado a la ONG ambientalista CooperAcción. El objetivo del texto es convertir a las llamadas “mesas de diálogo” en la instancia final de resolución de cualquier conflicto minero, por encima del Estado, los ministerios, las regiones y los gobiernos locales. Es decir, el objetivo es relativizar a las instituciones electas por la soberanía popular.

En el libro se analizan las mesas de diálogo de Chamaca, en la provincia de Chumbivilcas (Constancia), y Espinar (Antapaccay), en el Cusco. También se evalúa la mesa en Cotabambas, en Apurímac (Las Bambas). Flores, magnifica supuestos “desencuentros por temas ambientales, de salud o relacionados con el desarrollo local”. Para el autor, y de manera interesada, esos desencuentros deben ser resueltos en las mesas de diálogo por “la fragilidad institucional del Estado y el abandono de las zonas rurales”. Sostiene que la mesa de diálogo de la provincia de Espinar del 2012 y 2013, fue “reactiva”, por los “cuestionamientos sin respuestas de las autoridades”.

Sobre Espinar, Flores no menciona el informe falso presentado por la ex congresista Verónika Mendoza, que fue usado por el ex alcalde de la provincia de Espinar, Óscar Mollohuanca, para mentir a la población sobre un inminente “peligro de muerte” por las aguas y los pastos contaminados. Tampoco se dice nada sobre la violencia desatada por las dirigencias radicales.

Según la perspectiva de la izquierda y de Flores, en los conflictos sociales deben participar protagonistas y organizaciones de todo tipo, aunque no hayan sido elegidos a través del sufragio de la población. Por esa razón la izquierda organiza frentes de defensa, colectivos, comités y gremios sociales que se arrogan la representatividad de los pobladores. Los dirigentes de esas organizaciones se vuelven actores sociales sin haber sido elegidos en ningún acto electoral, y pretenden equipararse con las autoridades legalmente elegidas por la población.

En el caso de la mesa de diálogo de Chamaca, en el libro de Flores se presenta a la empresa minera Hudbay como un actor que, obligado por las circunstancias, tuvo que negociar con las poblaciones adyacentes al proyecto minero. Una información que no se ajusta a la verdad y que desconoce el interesante proceso de diálogo y relaciones constructivas entre Estado, empresa y población. Con esta narrativa, el libro pretende posicionar a las empresas mineras como entes indiferentes con la población. Distorsionando la realidad, Flores afirma que la mesa de Chamaca estuvo signada por sentimientos de desconfianza ante la empresa, y las dilataciones y negativas por parte de los representantes de Hudbay.

Flores no reconocen la enorme transformación de las comunidades gracias al apoyo de las empresas mineras , ni la enorme influencia constructiva de estas empresas en los pueblos de los Andes. El autor de Conviviendo con la minería en el sur andino” solo recoge la versión de la izquierda antiminera interesada en demoler el sistema de libre mercado con fines claramente políticos. Le resta importancia a la versión genuina de los pobladores andinos, que están saliendo de la pobreza realizando numerosas y diversas actividades económicas y contando con el apoyo de las empresas mineras.