Un piloto sin rumbo

En el editorial “Dos mensajes en una semana”, El Comercio del martes 12 asume el desconcierto de los ciudadanos que se preguntan si nos gobierna el mismo régimen que la semana anterior.  En el lapso de dos años y pico hemos visto desfilar a personajes tan variopintos como los ex Primeros Ministros Villanueva, Del Solar, Zeballos y Cateriano, que precedieron a Walter Martos, el correcto y ponderado General de Ejército que ahora preside el Gabinete. El único denominador que tienen en común es haber sido designados por el mismo Presidente (que solo tardó una semana en deshacerse de la Premier y Vicepresidenta  Mercedes Aráoz, su compañera en la plancha de PPK). 

Todavía recordamos al presentenciado Villanueva esforzándose por ayudar febrilmente al entonces Primer Vicepresidente Vizcarra para comprometer el apoyo de los 73 miembros de la bancada fujimorista, y acercándose a saludarlos –uno por uno– en sus curules parlamentarias a fin de que respaldaran al ex jefe de la campaña electoral de Kuczynski. No obstante, el vizcarrato tardó poco en enfrascarse en una guerra sin cuartel con la mayoritaria Fuerza Popular, antes de eliminarla mediante la intervención del Primer Ministro sucesor, Salvador del Solar, actor principal de la cuestión de confianza que Palacio fabricó y la “denegación fáctica” con que pretendió justificar la disolución del Congreso opositor.

La posta del premierato cayó así en las serviles manos del señor Zeballos. Como Ministro de Justicia y asesor jurídico del Gobierno fue arquitecto de forzadas justificaciones legales para proponer el adelanto de elecciones y los experimentos de reforma política que culminaron con la clausura parlamentaria que condujo al aberrante Congreso que ahora sufrimos.  El tramo final de su presencia ministerial fue la administración lamentable de la pandemia del Covid-19 con el doctor Víctor Zamora, reclutado de las canteras rojas del Frente Amplio para nombrarlo Ministro de Salud. Fueron ambos quienes, a espaldas de Cancillería, perpetraron el acuerdo secreto con Cuba para traer a la numerosa –y onerosa– misión de médicos de la dictadura castrista y asignarlos a las regiones administradas por gobernadores de la izquierda radical, como Moquegua y Arequipa.  La postrera intención de premiar a Zeballos con una representación diplomática fue frustrada por el generalizado rechazo que provocó por perjudicar a Arequipa demorando la entrega del oxígeno donado por la minera Southern Perú. 

Con un golpe de timón inesperado el Presidente nombró a Pedro Cateriano, un Primer Ministro diametralmente distinto a sus predecesores. Constitucionalista y político de firmes convicciones liberales, chocó con la pasmosa mediocridad de un Congreso que le negó masivamente la confianza por la claridad con que expuso su (sorprendentemente) extenso “programa de gobierno”, que poco tenía que ver con la zigzagueante conducción política de quien lo designó.

El único hilo conductor identificable para entender la sinuosa línea iniciada por Vizcarra en marzo de 2018 es la fidelidad del Presidente a las recomendaciones de su asesor argentino Maximiliano Aguiar y su fervor por lo que dictan las encuestas para alentar la conducta de sus clientes en busca del facilismo populista.  Con un toque de cinismo, Aguiar dice haberse despedido del gobierno peruano en “buenos términos”, después de habernos sangrado con honorarios cuyos montos y proveniencia nadie se ha preocupado de averiguar.

No estimula el optimismo imaginar el precipicio al que podría llevarnos la accidentada travesía del Perú durante los cinco años en que ha sido zarandeado por dos gobiernos que surgieron de la misma fórmula, pero que nada tienen que ver el uno con el otro.