Édgar Villanueva

¿Quo vadis, PPK?

¿Quo vadis, PPK?
Édgar Villanueva
03 de agosto del 2017

Claroscuros de un discurso

Un Gabinete prácticamente inamovible trajo como consecuencia inevitable una falta de entusiasmo en la población respecto al discurso presidencial. Los ciudadanos esperaban cambios importantes en el Ejecutivo, con la esperanza que las cosas mejoren. Si la percepción de la gente era que el Gabinete se encontraba desgastado por la crisis Chinchero y sin mayor espacio político, era obvio que esperaban más cambios.

En esa circunstancia fue fácil, para la gente, razonar: “si no hay cambios en el Gabinete, todo será más de lo mismo”. Y, claro, las críticas llovieron de los políticos de oposición, analistas y opinólogos: "puras generalidades", "muchos vacíos", "nada nuevo", " no hay norte", etc. ¿Fue en realidad tan pobre y decepcionante el mensaje?

Si bien el discurso carece de una visión holística; hay sin embargo temas concretos rescatables.

1. El deslinde con el gobierno humalista es positivo. Más vale tarde que nunca. El problema es que no bastarán las palabras, veremos pronto cuántos burócratas (muchos corresponsables del desmanejo económico y la corrupción heredados) son removidos. Entonces sabremos si la palabra se torna realidad.

2. La autocrítica: "Quizá subestimé el esfuerzo titánico que requería restablecer el crecimiento económico (...). Me disculpo si fue así". Es algo muy saludable, no se recuerda en otros presidentes este gesto.

3.- Es positivo que ya existan S/ 25,000 millones en ejecución para la Reconstrucción con Cambios (RCC) y S/ 32,000 millones por proyectos. Este dinero apalancaría la economía, generando empleo e ingresos, y evitando la caída del PBI.

4. El déficit es sobre la estrategia de lucha contra la corrupción. Para empezar, el discurso mezcla los temas en el ítem "Tránsito en Lima y ciudades", en el que empieza hablando del importante proyecto de unificación del Transporte Lima-Callao. Pero en ese ítem, paradójicamente, se inserta el tema de la lucha contra la corrupción.

O sea: la lacra que carcome al Estado y la democracia, que está considerado como el segundo problema más grave del país, no tiene un punto orgánico en el mensaje. Es delicado esto, en momentos de repudio a esta lacra; peor cuanto la náusea crece y se espera el vómito negro (ministerios, G.R., G.L.) del "club de las 30 empresas" nacionales y extranjeras coludidas, que se repartieron en timba las obras del Estado hace veinte años. Un vómito que algunos poderes fácticos e infiltrados quisieran frenar, urdiendo un plan reduccionista para concentrar todo solo sobre Odebrecht, librando a otras empresas.

Esto es grave y tendría consecuencias funestas; es aconsejable que el Ejecutivo ponga una clara “fe de erratas al discurso”, como en otros casos está haciendo el premier. El mensaje, tal cual está, siembra dudas respecto al compromiso del Ejecutivo con esta lucha, y es carne para sus contrarios que sostienen que “el Gobierno está comprometido con la corrupción y por ello no la enfrenta”.

Urge que se muestre una estrategia consistente para enfrentar lo que ha podrido al Estado. La complacencia con los corruptos, es mala consejera. El Perú espera que su presidente tome la vanguardia en esta guerra, convocando a los poderes y al pueblo, que sin duda lo apoyará. Aún es tiempo de retornar, como Pedro a Roma, aunque eso signifique sacrificar muchas cosas.

Presidente: retome su programa. Mucha gente votó por sus promesas, confía en su honestidad y guarda esperanza en su compromiso para concretar la Revolución Social. Usted tiene herramientas para aterrizar en la senda anticorrupción, tiene cien propuestas elaboradas por la Comisión de Integridad que propició Ud. mismo, y que podrían plasmarse en una titánica lucha contra el sistema corrupto instalado en Perú.

No nos defraude, presidente, como quieren sus enemigos. ¡El Perú está primero!

Edgar Villanueva

 

Édgar Villanueva
03 de agosto del 2017

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