Nos sobran golpistas

Confirman lo evidente: la presidenta del Tribunal Constitucional (TC), Luz Pacheco, esta semana causó sensación tras afirmar lo que muchos venimos diciendo: Martín Vizcarra es un golpista. Ello no es ninguna novedad, dado que, como debemos todos saber, el TC sentenció que el cierre del Congreso por parte del expresidente fue inconstitucional.

La historia ya la conocemos. La denegación fáctica fue un invento, una artimaña creada por el entonces presidente, para vulnerar el orden constitucional y permanecer más tiempo en el poder. Un quebrantamiento constitucional que fue avalado por las Fuerzas Armadas, las cuales le dieron la espalda a la Constitución de 1993. Afortunadamente, luego abrieron los ojos y lo remediaron cuando vacaron a Vizcarra. 

Gran valentía tuvo la presidenta del TC al afirmar que lo que vivimos fue un golpe de Estado. Hasta el momento, si bien habían declarado que era inconstitucional el cierre del Congreso, no se habían atrevido a llamarlo un golpe como tal. Un tabú de aquellos. Ante esto, podemos decir que nos sobran golpistas. En poco más de 30 años hemos vivido tres golpes de Estado. Nuestra Constitución ha sufrido dos golpes, uno que fue perpetrado por el sucesor de PPK y otro por el ex rondero Pedro Castillo, el cual, como sabemos, fracasó. 

Sin embargo, estos reiterados golpes deben hacernos notar que vivimos en una fragilidad constitucional más que sensible. Nuestra Carta Magna es manipulada a diestra y siniestra por los políticos. El control entre poderes ha sido vulnerado en más de una ocasión. Miremos cómo Vizcarra tergiversó el propósito de la cuestión de confianza, extralimitando sus competencias, para utilizarla como un arma frente a su oposición congresal. Lo mismo intentaron hacer Aníbal Torres y Pedro Castillo hace unos años, pero a ellos se les frenó. 

Asimismo, vemos cómo el Poder Judicial se entromete en las competencias del Legislativo, como sucedió en el caso de la inhabilitación de los magistrados de la Junta Nacional de Justicia. Nuestra Constitución es remecida y el sector político progresista está a la espera de volver a orquestar una vulneración disfrazada en justicia. ¿Cuál será la próxima? ¿Una habilitación del lagarto para poder postular a la presidencia?

Si bien Martín Vizcarra no puede postular a las próximas elecciones por los eventos vinculados al “vacunagate” él no ha dado la mano a torcer. La Primera Sala en lo Constitucional de Lima ha ratificado su inhabilitación hace menos de un mes, pero el expresidente sigue insistiendo con poder ser elegido -por primera vez- como presidente de la nación. Es por ello que no ha abandonado en lo absoluto sus campañas proselitistas. Es más, el golpista sigue buscando voltear su mala imagen y ganar popularidad mediante videos en TikTok. Lo que nos dice que tiene todavía un plan, un as bajo la manga para poder ser candidato presidencial. Y si las cosas siguen como se han ido llevando en los últimos tiempos, no sería sorprendente ver que su inhabilitación llegase a ser suspendida o revocada.  

Es a ello que debemos preguntarnos, ¿Cómo un golpista puede ser presidente? Pedro Castillo desde la cárcel inscribió su candidatura a las próximas elecciones, pese a que el Poder Judicial ha rechazado todos los recursos de su defensa para no ser procesado por el golpe fallido. Un golpista desde la cárcel pretende ser presidente y otro golpista inhabilitado pretende gobernar también. Y honestamente, creo que es de Vizcarra de quien más deberíamos preocuparnos. Si queremos proteger la constitucionalidad y el Estado de derecho en el país, ¿Cómo es posible que alguien que las vulnera pueda ser elegido?