Úrsula Letona

La necesidad de volver a las bases

La necesidad de volver a las bases
Úrsula Letona
04 de septiembre del 2017

La política en tiempos de redes sociales

Actualmente se ha reconfigurado la forma de hacer política, a partir de la dilución o pérdida de certezas colectivas que se centraban en torno a aspectos ideológicos. Se ha generado una fragmentación de intereses, lo que genera a su vez reclamos para actuaciones concretas y muy parciales desde el Estado, (ambientales, anticorrupción, minorías, etc.), que no son otra cosa que la fragmentación de las reivindicaciones. De forma adicional y absolutamente relevante, la incursión de las redes sociales ha hecho que la política sea mucho menos distante, desde el ciudadano hasta la cúspide del poder.

Todos estos elementos y el hecho de que el tema central de la política ya no sea el antagonismo capitalismo-socialismo, democracia liberal, etc., nos han incorporado en la etapa de los pospartidos, en la que el quehacer político se ha transformado y se ha hecho más complejo; en especial el de los partidos políticos, que ha derivado en un escrutinio, a veces poco alentador, sobre su funcionamiento. Esto tiene correlato con el hecho de que la política siempre se consideró como el arte de lo factible, pero cada vez las necesidades de la ciudadanía son mayores y más fragmentadas, y los problemas que se deben resolver son más complejos, por lo que su mala atención puede derivar en la pérdida de legitimidad de los partidos políticos y de quienes los conformamos.

Lo señalado previamente se resume en dos referencias de Moisés Naím. La primera es una cita de la política Lena Hjelm-Wallen —de mucha trayectoria en Suecia desde los años setenta— quien señala “ahora vuelvo la vista atrás y me maravillo de todo lo que podíamos hacer en los años setenta y ochenta y que ahora es casi imposible, con los muchos factores nuevos que reducen y lastran la capacidad de actuar de los gobiernos y los políticos”. Segundo, agrega el propio Naím: “Sin embargo la fragmentación del sistema político está creando una situación en el que la obstrucción sistemática, la paralización o la demora de la toma de decisiones y la tendencia de adoptar las políticas públicas que reflejan el mínimo común denominador que hace posible el apoyo de todos los interesados, pero que diluye o anula el impacto de esa política, son realidades cada vez más comunes en todo el mundo. Esto está erosionando gravemente la calidad de las políticas públicas y la capacidad de los gobiernos para satisfacer expectativas de los votantes o resolver problemas urgentes”

Pese al grado de escepticismo que ha generado este nuevo escenario político y su repercusión en la democracia, que puede ser propio de la insurrección de una ciudadanía cada vez más crítica —con las redes sociales disponibles de forma inmediata—, debemos tener claridad sobre la dimensión que puede alcanzar la desconfianza, y el grado de aversión que podría generar. Pero sobre todo debemos reflexionar sobre lo que estamos haciendo y podemos hacer los partidos y los políticos para revertir esta percepción de los ciudadanos, considerando que para ellos, en el caso de los políticos, existiría una brecha entre lo que pensamos y lo que hacemos, evidenciando un desfase entre lo que el ciudadano considera necesario para él y su entorno y lo que, finalmente, el Estado ejecuta como política pública a su favor.

Todos estos fenómenos explican una nueva forma de entender lo público, que da cuenta de una nueva forma de relacionarse de los individuos con el Estado. Y ello obviamente implica a la política, puesto que la esencia de la política es el poder, y el poder esencialmente se ejerce desde el Estado.

Esta referencia académica no tiene otro propósito que meditar la forma como los políticos estamos haciendo ejercicio de la política, considerando el escenario y los nuevos actores que hemos descrito. Y en especial considerando las exigencias de reivindicaciones fragmentadas y la relevancia que han tomado las redes sociales. Una acción coordinada y muy fuerte por redes sociales puede hacer retroceder una determinada política impulsada por el Estado.

En esta situación lo que cabe es el retorno a las bases, puesto que la política desde el Estado requiere legitimarse; pero también cabe revisar el concepto de las bases, pues con la fragmentación de los intereses y reivindicaciones, hay que buscar bases en estos espacios. Las bases resultan esenciales para medir la insatisfacción en determinados segmentos de la sociedad, pero ayudan a canalizar y explicar las dificultades del Estado para la atención, y procuran su apoyo para una actuación más eficiente en la implementación de tales políticas. Además tienen la fortaleza de trasmitir el real trasfondo de los intereses fragmentados.

Para enfrentar este nuevo escenario del quehacer político, Fuerza Popular —siguiendo la línea del trabajo realizado por su lideresa, Keiko Fujimori, en los procesos electorales pasados— se encuentra trabajando con las bases. Un ejemplo de ello, es la puesta en marcha de la Escuela de Jóvenes Líderes, donde el debate de ideas y argumentos gira en torno a propuestas de política pública que ellos exigen y que ayudamos a diseñar e implementar, en la búsqueda de atender sus necesidades.

Muchos han señalado que la relación con las bases en general es populismo, es prometer y no cumplir, es regalar algo para mitigar necesidades recurriendo al clientelismo. Hoy quisiéramos pedir una reflexión a la interna de los críticos y opinólogos respecto de sus “bases”, aquellos a quienes escuchan y cuál es el nivel de legitimidad que estas tienen. Depende de todos cambiar la percepción. En el caso de la clase política, requerimos volver a las bases, identificando sus problemas y construyendo junto a ellos las soluciones.

Úrsula Letona

 
Úrsula Letona
04 de septiembre del 2017

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