Dante Bobadilla

La ciudad y los perros

La ciudad y los perros
Dante Bobadilla
20 de julio del 2017

El rabioso antifujimorismo de Mario Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa se ha convertido en el sumo sacerdote del antifujimorismo. Es venerado por la caviarada y reverenciado incluso por los nakos. Su prédica de odio a Fujimori alimenta también a sectores rancios de la derecha rencorosa que vieron sus sueños truncados por Alberto Fujimori. El Nobel lidera la jauría rabiosa que vive ladrándole al “reo de la Diroes”. Cuando este profeta mayor del odio emite una encíclica visceral, desata un concierto de aullidos que ensordece la ciudad. Es un espectáculo patético de odio y fanatismo. La rabia se apodera de redes y medios.

Esta semana, el progresismo ha sahumado la imagen de Mario Vargas Llosa en gratitud a su último artículo en El País, donde vuelca una vez más su vómito negro contra Alberto Fujimori. No me explico por qué no lo llamaron a presidir la CVR, pues su prosa hubiera mejorado en algo la mediocre filípica de su informe final. Pero si algo se puede concluir es que el odio resulta el mejor elemento igualitario de la sociedad, ya que un premio Nobel acaba al mismo nivel de un simple troll nako.

El antifujimorismo ha asumido este último artículo como las sagradas escrituras. Lo han citado en comentarios y tuits, exigiendo respeto a lo dicho por el Nobel como si fuera palabra divina. “Mario ha dicho”, repiten. Y el principal depositario de los mandamientos del Nobel ha sido PPK, quien viajó a España y subió la montaña en busca de sabiduría para otorgar el indulto. “No indultarás” le dijo el Nobel.

El libelo de MVLL es una pieza maestra de miseria humana. El odio le ha hecho perder el sentido de la realidad. A veces me parece que confunde a Fujimori con Trujillo. Ha mascullado tanto rencor en estos 27 años, que a su edad ya no distingue bien lo real de su fábula mental. Por eso acabó convertido en el maestro del infundio, acusando sin reservas a Fujimori de “asesinatos, secuestros y torturas”, de “varios miles de millones de dólares que sacó al extranjero” y al Congreso de haber “paralizado la acción gubernamental obstruyendo de manera sistemática las iniciativas del Ejecutivo”. Se refiere además al fujimorismo parlamentario como “indigencia intelectual y moral dispuestos a impedir la gobernabilidad del país, aunque sea hundiéndolo, para que fracase el Gobierno al que detestan”. Ni más ni menos.

Para ser franco, el único que exhibe indigencia intelectual y moral es el propio Mario Vargas Llosa, intoxicado por el odio y el rencor. Aprovecha su alejamiento del país (es casi un extranjero), su falta de futuro y su audiencia global, que mayormente ignora la realidad del Perú, para mentir descaradamente evacuando sus entrañas en un artículo que pasará a la historia de la infamia y de la psiquiatría política.

La realidad es simple: no existe una sola evidencia de que Fujimori haya ordenado matar a nadie. Ni una sola. Ni siquiera tiene sentido dentro de lo que fue su política antiterrorista. No le han encontrado una sola cuenta en el extranjero. Nadie ha visto —porque nadie lo ha mostrado jamás— el famoso fax con el que dicen que renunció. No existe. El Ministerio Público ha desechado, no una sino cinco veces, las fabulosas acusaciones de esterilizaciones forzadas masivas. Es un mito. En los noventa el Perú fue pacificado y se detuvo la matanza de peruanos; resolvimos los problemas financieros, volvieron las inversiones y empezamos el despegue al progreso. Esa es la realidad que les duele, y esta es la parte más importante de la realidad.

En vez de repetir sus infundios contra Fujimori, Vargas Llosa debería empezar a rendirnos cuentas por haber apadrinado a la pareja de trepadores de los Humala-Heredia, que hoy reposan en la cárcel esperando un juicio de seguro condenatorio. Un verdadero juicio con pruebas, y no esa farsa judicial con la que condenaron a Fujimori. Es hora de cobrarle al garante las cuentas del gobierno nacionalista. ¿Por qué MVLL no se ocupa de eso? ¿O su moral solo le alcanza para escupir a Fujimori, mientras se encoge de hombros frente a las evidencias que acusan a sus avalados y amigos? Lo cierto es que a estas alturas no hay nadie más quemado políticamente que Mario Vargas Llosa y su engendro, Alvarito. Es hora de que al menos se callen.

Importa poco o nada lo que Vargas Llosa diga ahora. Más allá de ser un buen escritor, carece de toda ética y moral. La ridícula pretensión progresista de otorgarle valor supremo a las opiniones afiebradas del Nobel —cuando convienen— no tiene sentido. Vargas Llosa es de los muchos intelectuales y premios Nobel que se convirtieron en miserias humanas por la política. Desde aquellos que abrazaron el comunismo o colaboraron con Hitler, hasta los que le sirvieron café a Fidel Castro o apoyaron a Humala, hay una larga fila de intelectuales en el basurero de la humanidad.

 

Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
20 de julio del 2017

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