Jorge Valenzuela

Jugar con literatura

Jugar con literatura
Jorge Valenzuela
05 de agosto del 2015

Sobre la reciente publicación de Selección peruana 2000-2015

¿Cómo leer una selección de cuentos que se presenta a sí misma como producto de la invitación a un juego? ¿Cómo afrontar un conjunto de textos articulados a partir de lo lúdico? Tratemos, pues, de ingresar, como dice el responsable de la selección, el escritor Ricardo Sumalavia, a la “jugada” que propone.

Para comenzar, diremos que siempre ha sido lúdica la propuesta que ha venido animando a las selecciones de cuentos (previas a esta) auspiciadas por la editorial Estruendomudo, y lúdico el formato de once plazas que debe calzar con igual número de escritores. Limitarse, sin embargo, a este número no solo es lúdico: en realidad es arbitrario, pues nada asegura que sean once los que verdaderamente deban constituir una selección solvente y representativa, aunque el responsable sostenga que no se trata de una antología canónica. ¿Podría ser considerada esta una primera limitación? Desde luego que sí. De allí que resulte evidente que (antes que cualquier otro criterio) los gestores de este proyecto tuvieran en mente la idea de esta “selección de escritores” como un “producto” que había que introducir en el mercado. Ligar fútbol y literatura, desde luego, podía vender.  

Según Huizinga, “el juego es una acción que se desarrolla dentro de ciertos límites de lugar, de tiempo y de voluntad, siguiendo ciertas reglas libremente consentidas, y por fuera de los que podría considerarse como de utilidad o necesidad inmediata”. Pregunta: ¿Es posible que una selección de cuentos peruanos deba situarse, como dice el estudioso holandés, por fuera de lo útil y lo necesario? Desde nuestro punto de vista la respuesta es no. Los precedentes de antologías de cuentos peruanos han apelado a criterios articulados a conceptos como sistema literario, representatividad, temáticas dominantes, líneas narrativas, relación de la literatura con los medios masivos de comunicación, lectoría, genealogía y contexto de producción. Como sostenía Antonio Cornejo Polar, “todo sistema literario es un espacio de encuentro de las distintas alternativas de una tradición literaria” y esta selección no posibilita plenamente ese encuentro.

En literatura, pues, lo lúdico no equivale a lo comercial y todo juego demanda un conjunto de reglas, las mismas que deben explicar, con lógica, su funcionamiento. En esta selección escasean los criterios de selección. Sumalavia solo sostiene que “ha tratado de crear un equipo que logre complementarse y avanzar en conjunto” y que no “ha privilegiado la presencia de autores con premios internacionales o presencia mediática” aunque autores como Alarcón, Galarza, Gamboa y Wiener lo contradigan. También es objetable el hecho de que hayan sido incluidos autores sin trayectoria como cuentistas, como Ángeles, frente a otros que la tienen y que sí merecían ser considerados. Llama, así mismo, la atención la inclusión de un autor como Jorge Vargas Prado que no solo rompe el esquema generacional sino el nivel de calidad de los cuentos con un relato bastante anecdótico y recurrente sobre amor, drogas y jóvenes en Máncora. Honestamente, nada nuevo.

Destaquemos, de otro lado, los méritos de esta selección. Es importante, en primer lugar, que Sumalavia haya  incluido, a diferencia de las anteriores selecciones, a mujeres. Ya era hora que se reconociera el talento femenino en las últimas generaciones de narradoras. La presencia de Gabriela Wiener, Claudia Ulloa y Katya Adaui (con un cuento algo oscuro) permiten un equilibrio en la muestra que pone en evidencia el creciente protagonismo de las mujeres en nuestro campo literario. En segundo lugar, la presencia de escritores con oficio y con cuentos notables que, hechos los balances, también dignifican a este libro: Carlos Yushimito,  Daniel Alarcón y Pedro Llosa.  Un tercer aporte es el importante cuestionario (al modo del elaborado por Oquendo en su antología de los años setenta) incluido al final del libro que busca construir el perfil del escritor (algo serio que no convive con la propuesta lúdica del libro) a partir de algunos aspectos, entre ellos, sus preferencias literarias, las dificultades para publicar, el estado de la narrativa peruana actual y el campo laboral al que se enfrenta.

Para cerrar esta reseña mencionemos, de un lado, el sesgo predominantemente limeño de la selección que no ayuda mucho a la representatividad de la muestra y, de otro, la existencia de tres núcleos temáticos que articulan y se entrecruzan en la mayoría de los cuentos, núcleos bien identificados por Sumalavia pero que debieron ser mejor desarrollados en el estudio preliminar. Nos referimos a las narrativas del exilio, la violencia política y la autobiografía revestida de ficción, narrativas cuya genealogía, por cierto, puede rastrearse en los años ochenta tanto en la cuentística urbana como en la narrativa del conflicto armado interno.

Por Jorge Valenzuela

Jorge Valenzuela
05 de agosto del 2015

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