Berit Knudsen
Entre acto y potencia en la era digital
¿Qué futuro estamos construyendo con las nuevas tecnologías?
La filosofía de Aristóteles (384 a. C. - 322 a. C.) distingue los principios de acto y potencia para explicar la diferencia entre lo permanente y lo que puede mutar; una analogía útil para entender la dinámica de las tecnologías emergentes en la era digital. Aristóteles sostenía que cada entidad tiene una realidad actual –acto– y un potencial para cambiar o desarrollarse –potencia–, presentando relaciones con los riesgos de las plataformas tecnológicas que pueden afectar las libertades individuales.
Las smart cities, con sus sistemas avanzados de gestión y monitoreo, se presentan como actos, realidades modernas que prometen un futuro más eficiente y conectado. Sin embargo, la potencia latente de estas tecnologías es la transformación en herramientas de control, evidenciado en muchas ciudades, ilustrando un cambio de acto a potencia.
La ascensión de China y su liderazgo global presenta la convergencia entre la tradición política y avances en inteligencia artificial. Aquí, la analogía aristotélica cobra vida con la capacidad de China para desafiar las normas democráticas, evidenciada con la fusión entre el enfoque político con los desarrollos tecnológicos. La potencia se manifiesta en buscar cómo interactúan socialmente las personas para controlarlas, usando plataformas tecnológicas para cambiar el comportamiento colectivo con algoritmos y datos. Esta unión desdibuja la línea que separa al individuo de la masa, dándole prioridad a la previsibilidad y la capacidad de influir sobre la autonomía y la libertad.
La verdadera función de las herramientas digitales es dual: el “acto superficial” es la búsqueda de información o conexión con amigos; pero su “potencia oculta” es recopilar información para influir y rentabilizar comportamientos. Esta dualidad transforma objetos aparentemente inofensivos, como dispositivos domésticos, en recolectores de datos sobre nuestras rutinas y preferencias. Aristóteles diría que la esencia de algo puede cambiar con el tiempo, y la esencia de estas herramientas está destinada a la recolección de datos, abandonando la potencia individual.
La potencia se manifiesta también en la competencia discursiva entre naciones durante eventos globales en los que las partes no se limitan a contar hechos, sino que buscan activamente dar forma y controlar la percepción pública. Esto demuestra cómo la información se convierte en un medio para ejercer influencia y poder, más allá del simple registro de lo sucedido.
En la era digital, impulsada por un capitalismo orientado a la información, la recolección masiva de datos alimenta las inteligencias artificiales. La verdadera potencia de estas tecnologías radica en su capacidad para modelar patrones repetitivos de comportamiento humano. Transforman la esencia de objetos cotidianos –Smartphones o electrodomésticos– en tecnologías que usan datos para influir en nuestras vidas de manera no siempre evidente.
La preocupación sobre las tecnologías digitales se relaciona con su rápida evolución y la falta de regulaciones específicas, con espacios que escapan a las normas y leyes que rigen otras áreas de la sociedad. Sin embargo, la diferencia entre la China totalitaria y las democracias liberales reside en la respuesta política con lógicas democráticas que pueden marcar una diferencia futura. La comunidad global tiene la oportunidad de liderar un enfoque positivo hacia la integración tecnológica. Esto implica incluir nuevas regulaciones, rechazando la creación de una "excepción digital" cuando las nuevas herramientas amenazan la autonomía y libertad individual.
En última instancia, la analogía aristotélica de acto y potencia nos lleva a reflexionar sobre el futuro que estamos construyendo en la era digital. ¿Será un acto positivo, cumpliendo las promesas de progreso, o una potencia amenazante, despojando a la humanidad de su autonomía y libertad? La respuesta está en las decisiones y acciones actuales, que determinarán si la convergencia entre acto y potencia nos lleva a un futuro donde la tecnología controla la humanidad o a una sociedad en la que la tecnología se convierte en herramienta, preservando nuestra esencia, dignidad y libertad individual.
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