El fantasma de la quiebra

¿Dónde radica la esencia de la politización política en que nos encontramos? ¿Es el Estado el creador de riqueza o el libre mercado donde florece la creatividad? La batalla cultural se nutrió de las desigualdades, de la confrontación social, de la diferencia entre ricos y pobres, entre los que tuvieron éxito y los que lo envidiaron. La izquierda radical y el progresismo exacerbaron el racismo y coparon la educación con una narrativa que distorsiona la historia y destruye sus valores. Reniega de la sabiduría de la experiencia. ¿No fue suficiente Sendero Luminoso? Como decía Ortega y Gasset, “necesitamos de la historia íntegra para ver si escapamos de ella, no recaer en ella”. Vivimos tiempos en los que triunfa la impunidad de la mentira. ¡Con qué nivel de cinismo el comunismo fracasado pretende combatir la pobreza! 

Es una utopía desear que todos los seres humanos sean iguales. Claro, en nuestros derechos lo somos, más no en nuestras capacidades ni en nuestros esfuerzos. La meritocracia es el ADN del desarrollo. No todos nacieron con las condiciones de Lionel Messi ni Steve Jobs. Muchos generan un valor agregado limitado, mientras otros –a través de su talento o esfuerzo– trascienden el producto que fabrican, y así la sociedad se beneficia con la multiplicación de la riqueza. El capital no es un fin en sí mismo, sino la herramienta del desarrollo. El herrero que produce una lampa, por ejemplo, termina su aporte al concluir la herramienta, mientras los innovadores y creadores trascienden y agregan valor, del cual se beneficia toda la cadena productiva. Los creadores de tecnología son un buen ejemplo de ello.

¿Defender el capitalismo, y los derechos individuales ante una retórica populista es ser de derecha? Pareciera que ser de derecha se convirtió en una tara y no en orgullo. Asumimos tontamente la culpabilidad ante las desigualdades y el resentimiento social. Ser de izquierda se puso de moda, y aunque la realidad empobreció a los países comunistas y a nosotros mismos; sin embargo, muchos jóvenes encumbraron al asesino Che Guevara como un ídolo y a Cuba como un ejemplo de país. ¿No ha sido suficiente ver en nuestras narices a millones de venezolanos huyendo de su patria, o a los argentinos empobreciéndose durante el último siglo? Felizmente los chilenos reaccionaron a tiempo e impidieron el desmembramiento patrio que propuso su constitución plurinacional. ¿Seguiremos siendo los peruanos tan idiotas para volver a votar por la izquierda? 

Pero volvamos a la realidad histórica; no a la narrativa progresista, sino a los hechos fácticos. Los burócratas tienen impunidad para ser mediocres, lo mismo que muchos congresistas. A ellos no los acompaña el fantasma de la quiebra, sus errores no les cuestan, lo pagan otros (nosotros); ellos no quiebran, no necesitan ningún mérito para subsistir, son parásitos que cobran y cobran muy bien. “Es un tipo de hombre que no quiere dar razones ni quiere tener razón.. resuelto a imponer sus opiniones: el derecho a no tener razón, la razón de la sinrazón” (La rebelión de las masas ). Qué diferencia con los miles de pequeños y grandes empresarios, que sí racionalizan sus recursos, que se rodean de gente capaz, que cumplen sus metas, que tienen que ser competitivos, creativos e innovadores y que establecen buenas prácticas empresariales. Ahorrar y capitalizar es su consigna, o serán barridos por la competencia y saldrán del mercado. El sector privado es el que aporta el 80% de los recursos con que cuenta el Estado. Queda claro que lo que está en juego es la pretensión de la casta progresista de creerse superiores a los millones de peruanos emprendedores. ¡No lo permitamos!