Dante Bobadilla
Ideas trilladas
Sobre la propuesta de industrializar el Perú
La idea de que debemos dejar de exportar piedras y convertirnos en país industrializado la vengo escuchando seguido en la presente campaña, principalmente de parte de Verónika Mendoza y Alfredo Barnechea. Aunque dicen estas cosas asumiendo posturas de gurús, es la idea más trillada que hay en campaña. Ni siquiera son sus ideas. Son también ideas plagiadas. Ese rollo se escucha hace cuarenta años. Y no hay que ser un genio para darse cuenta que sería mejor que un país tuviese exportaciones diversificadas, es decir, ofrecer de todo, como en botica. No, no hay que ser un superdotado de izquierda para saber eso.
Los intelectuales de escritorio y los buenos charlatanes de campaña se manejan al nivel de las aspiraciones y de los diagnósticos. Nunca aterrizan a la realidad. En lugar de tantas preguntas estrafalarias, los periodistas deberían pedirles a estos señores que mencionen cinco medidas concretas que harían que las multinacionales del mundo vinieran al Perú a instalar sus fábricas. Esa es la manera en que otros países han dado el salto a la industrialización, como primer paso antes de crear su propia tecnología. ¿Qué harían para que el Perú sea atractivo y vengan las grandes empresas a instalarse en nuestro país? Por favor: cinco medidas concretas.
Por lo pronto ya tenemos tratados de libre comercio con buena parte del mundo y podemos llegar a mercados muy amplios, aunque por ahora solo llevemos paltas. Pero para empezar tenemos esta ventaja. Sin embargo, han sido los iluminados del progresismo quienes se opusieron tenazmente a todos los Tratados de Libre Comercio (TLC) Hay una enorme contradicción entre ser opositor a ultranza de los TLC y plantear la industrialización del país. Aunque la izquierda no lo nota.
¿Qué más necesitamos? Se necesita contar con técnicos calificados. ¿Los tenemos? En este país lo que sobran son abogados, sociólogos, psicólogos, “científicos” de la comunicación, antropólogos, guías de turismo, cocineros y cosas por el estilo. No tenemos técnicos y, peor aún, la enseñanza tecnológica está venida a menos. Acá todo el mundo quiere ser universitario de lo que sea. Los institutos tecnológicos han sido dejados de lado y menospreciados a cambio de privilegiar una plaga de universidades mediocres, con carreras baratas de escritorio.
También necesitamos capacidad portuaria. No puede ser que todo el Perú tenga que traer sus productos hasta el Callao para sacar su mercadería al mundo. Es un sobrecosto aniquilador. Para colmo, la red vial es primitiva. No tenemos infraestructura de carreteras de primer nivel como para soportar el tránsito intenso de grandes camiones de seis ejes y con remolques, que son los que llevan y traen los insumos de las grandes industrias. No olvidemos el tiempo y los costos que demandan la espantosa tramitología de nuestra frondosa y corrupta burocracia.
Para colmo, no somos nada competitivos en costos laborales. ¿Cómo harían para industrializar el país con los altos costos laborales que tenemos? ¿Se atreverán a chocar con el tótem de los sagrados derechos laborales? ¿Creen que las empresas vendrán al Perú para tener más costos que en otros países? La absurda legislación laboral que se arrastra desde épocas velasquistas ha diseñado un paraíso laboral que solo existe en la imaginación. En los hechos, el 70% trabaja fuera de esas leyes idílicas. Mientras que no se resuelva este abismo que hay entre la fantasía legal y la realidad laboral, ningún sueño de industrialización puede tener sentido. Los que pretenden seguir idolatrando el tótem de los derechos laborales no deberían hablar de industrializar el país, pues nadie va a venir a invertir un sol en este país de engreídos.
Los países que fracasan son gobernados por políticos que pretenden que la realidad se adapte a su ideología. Son incapaces de aprender de la realidad y de reconocer el error en sus leyes. Al contrario, creen que las leyes no funcionan porque hay una confabulación de enemigos. Se dedican a combatir a la sociedad en lugar de cambiar sus leyes. Insisten en la ideología, siguen predicando derechos y plantean más leyes de protección a más sectores, obligando a las empresas a acatar sus consignas políticas bajo amenaza. Con ese panorama de delirio tropical heredado del velascato y muy cercano al chavismo, veo ridículo soñar con la industrialización.
Dante Bobadilla
COMENTARIOS