Dante Bobadilla
El típico idiota antifujimorista
Caviares, pulpines progresistas y periodistas mediocres
Mucho se habló del “típico idiota latinoamericano”, en libros que retrataban al seguidor del socialismo en el siglo pasado. Mario Vargas Llosa describió también al típico progre peruano en algunas novelas. Era un recitador memorístico de versículos de Lenin y Mao, con sus libritos bajo el brazo y su infaltable revistita semiclandestina, comprometido hasta los huesos con “la causa”, presente en toda movilización estudiantil callejera, coreando consignas con el puño en alto, luchador contra el imperialismo yanqui, orgulloso de sus pasos por Seguridad del Estado, polemista combativo y apegado a las fórmulas retóricas progresistas. Soñador de la alianza obrero-campesino-estudiantil, convencido de que la lucha armada era el único camino de salvación para el pueblo. Pero todo eso ha cambiado.
Es hora de hablar del típico idiota antifujimorista. Los hay de varias clases. En primer lugar está, para variar, el estudiante universitario: el pulpín. Es casi inevitable que el progresismo se apodere de los jóvenes. Ser progre es parte del desarrollo mental. Una parte primitiva, en la que no hace falta ningún conocimiento. Bastan los sentimientos y las emociones. Un progre pulpín es básicamente un exaltado que irrumpe con violencia contra cualquier cosa que le provoca odio. Esta condición de los jóvenes ha sido aprovechada siempre por la izquierda para adoctrinarlos en ideologías del odio, en aras de un bien abstruso. Luego les dan los medios y pretextos para expresar sus odios a través del mito, la consigna y el simbolismo cursi.
Hoy los pulpines progres se pasan la vida aprendiendo a odiar a Fujimori, como “símbolo de la corrupción”. Es todo lo que saben porque en los noventa apenas se limitaban a lactar. Pero han llenado las redes sociales con cuentas basura de “la memoria” para publicitar vladivideos y la mitología antifujimorista progre. No salen de ese reducido mundillo “fujimontesinista” sazonado por el odio y la diatriba. Su perfil es siempre un avatar infantil. Su vocabulario se reduce a “Chino rata, genocida, corrupto”, llaman a cualquier opositor “fujitroll” y lo mandan a recoger su táper. Es todo lo que cabe en su chip.
Tienen un botón que activa directamente su hipotálamo para salir a marchar como robotitos contra Fujimori, cacareando las mismas relamidas consignas de odio, cargando las clásicas pancartas repletas de memes e insultos. No marchan contra los jueces que liberan delincuentes o por la crisis de la salud pública. Nada de eso les importa. El único interés del típico idiota antifujimorista pulpín es marchar contra el fujimorismo, cualquiera que sea el motivo. Para ellos es como una fiesta de Halloween.
Otra versión del típico idiota antifujimorista está en la prensa. Son parte del montón de la mediocre prensa nacional, que navega orgullosa en el mar de su ignorancia, llevando a cuestas su penosa limitación intelectual para limitarse al mito y el cliché. El antifujimorismo es una pose de moda para ellos, tal como lo fue el marxismo para la pituquería miraflorina en el siglo pasado: solo una pose intelectual y moral. Hoy el antifujimorismo es el disfraz de cualquier periodista mediocre que desee posar como defensor insobornable de la moral política y luchador infatigable de la democracia. Es el disfraz barato que popularizaron Alejandro Toledo y Fernando Olivera.
Algunos le añaden un condimento “intelectual”, mencionando las conclusiones del Informe Final de la CVR, aunque no hayan leído el informe ni entendido el entramado sociológico que lo sustenta. Sería demasiado esperar algún conocimiento histórico sobre el terrorismo y la situación del Perú en el último cuarto del siglo pasado, al menos. En realidad no pasan de la mitología caviar sobre los noventa. Estos periodistas suelen ser hipercríticos y agresivos hasta la histeria con todo lo que signifique fujimorismo. Son ciegos, sordos y mudos para las faltas y delitos de muchos, excepto con el fujimorismo. No importa lo que ocurra en el país, sus caricaturas, columnas y comentarios estarán orientados cada día en contra del fujimorismo. Algunas parecen formar un Frente Único Antifujimorista Mediático. Al oírlas, en ocasiones, he pensado que el antifujimorismo ya debería ser declarado un problema de salud mental, y diseñar políticas públicas en el MINSA para combatirlo.
Hay otras presentaciones del típico idiota antifujimorista que comentaremos en otra ocasión. Pero es bueno alertar sobre la perturbación de la política y el daño que estos sectores pueden causar, como ocurrió ya con el antiaprismo en el siglo pasado.
Dante Bobadilla
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