Javier Agreda

Dos poemarios de hace diez años

“Las falsas actitudes del agua” y “Frágiles trofeos”

Dos poemarios de hace diez años
Javier Agreda
19 de octubre del 2017

Hace exactamente diez años fueron publicados dos poemarios que captaron la atención de la crítica y que de alguna manera consolidaron la idea de la existencia de una generación post 2000 en nuestra poesía. El primero de ellos fue Las falsas actitudes del agua de Andrea Cabel (Lima, 1982), un poemario fresco, de versos breves, con abundantes imágenes y metáforas integradas a un discurso centrado en las emociones y en los recuerdos personales. El carácter de estas emociones determinaba las tres secciones en que está dividido el libro: el tema del amor de pareja se desarrolla en “Fruta partida”, la más extensa e importante; mientras que en “Todas las mujeres han sido tú” lo que priman son los homenajes a mujeres (reales o ficticias) importantes en la vida de la autora. Finalmente, en la sección “Las falsas actitudes del agua” estaban los poemas más reflexivos.

Como la autora misma explicó, estas tres secciones corresponden a tres líneas temáticas: “desamor, desencuentro y soledad”. Pero estos temas están tratados de una manera elíptica y sutil. Además, como sugiere el propio título del libro, casi todo aquí está visto como objeto y a la vez como representación. La mayoría de los artículos críticos sobre Las falsas actitudes del agua abordaban el poemario desde esta perspectiva, poniendo énfasis en esas “falsas actitudes” y en las asociaciones con el agua. A ello hay que sumar el original y acertado trabajo con las imágenes, en el que las metáforas y sinestesias se suman a las referencias a elementos naturales (sol, nubes, agua, cielo) para crear un universo irreal y personal. En ese mundo se desarrolla la peculiar historia de amor narrada en “Fruta partida”, que por eso adquiere dimensiones casi míticas.

El segundo libro es Frágiles trofeos, de Jerónimo Pimentel (Lima, 1978), un conjunto de 21 textos muy diversos, tanto por su extensión –desde aforismos hasta poemas de varias páginas– como por los temas que abordan. No obstante esa aparente dispersión, el conjunto alcanza unidad y coherencia a través de ciertos ejes poéticos y del empleo de una lograda red de elementos simbólicos, entre ellos los insectos (langostas, abejorros, hormigas) que aparecen en varios poemas y que determinan el título, las ilustraciones y el diseño gráfico del libro.

Uno de esos ejes es la oposición entre lo estático y lo dinámico, entre lo permanente y lo fugaz. El libro se inicia en uno de esos polos con “Otras celebraciones”, un poema sobre la infancia y la casa familiar y termina en el opuesto, con el hablante identificándose con una langosta migratoria. Lo estático está asociado con la seguridad y la trascendencia; lo dinámico con el peligro, la violencia y el deterioro. Sin embargo, la opción del poeta es por lo dinámico: el viaje, la aventura, la incertidumbre. Así lo expresa en los poemas “Melmoth, the wanderer” y “El misterio del mundo”, sobre el protagonista de Moby Dick. Un poema que muestra otro de los ejes mencionados, la reflexión sobre la poesía y la literatura en general. Hay, por eso, una serie de "artes poéticas" (“Otras composiciones”, “La fe en el fondo”) entre las que destacan “La fábula del padre y del hijo” e “Ítaca-Tannhäuser”, el poema más extenso.

Javier Ágreda

Javier Agreda
19 de octubre del 2017

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