¿Se viene el manotazo estatista en Chile?

Se pretende estatizar el sistema privado de pensiones

Unos años atrás nadie imaginaba que un sector de la sociedad chilena iba a cuestionar los fundamentos institucionales y económicos que han convertido a Chile en una sociedad cercana al umbral del desarrollo. Pero la imaginación a veces no toma en cuenta los impulsos autodestructivos que se desatan en una sociedad. El hermano país del sur tiene un ingreso per cápita —por paridad de compra— alrededor de los US$ 23,000 y ha arrinconado la pobreza a solo un 7% de la población. Sin temor a yerros, se puede sostener que Chile es una de las sociedades latinoamericanas con más clases medias desarrolladas. Sin embargo el país de la estrella solitaria hoy un enfrenta un huracán estatista.

Ahora, por ejemplo, la izquierda chilena impulsa la destrucción del sistema privado de pensiones que, en base a las cuentas individuales de capitalización, ha acumulado US$ 160,000 millones, uno de los fondos privados más grandes de la región y que explica el dinamismo del mercado de capitales del país del sur. El cuestionamiento al sistema privado de pensiones busca el regreso al sistema de reparto estatal, algo que significaría la expropiación de los fondos acumulados durante más de 35 años de más de diez millones de trabajadores. Una verdadera expropiación kirchnerista que terminaría por desbaratar los fundamentos del crecimiento chileno.

Pero, ¿cómo el milagro chileno ha llegado a esta situación? No se puede entender el fenómeno al margen de la lucha ideológica que la izquierda mapocha ha desarrollado con gran intensidad. En Chile se arrinconó a la pobreza y las clases medias se expandieron, pero el Estado no avanzó a la misma velocidad. El déficit en servicios e infraestructura permitió que la izquierda identificara los problemas con “el modelo neoliberal”, ante la pasividad y la indolencia de la derecha y los liberales chilenos. Ante esta situación, José Piñera, el creador y teórico del sistema privado de pensiones en Chile, acaba de anunciar que regresa a Santiago a desarrollar una intensa lucha ideológica en contra de “las retroexcavadoras del modelo”.

En Chile, de alguna manera, comienza a cumplirse la predicción marxista, que no se formuló para países pobres sino para sociedades que superaban la pobreza; pero con una gran diferenciación social, ante el fracaso del Estado. ¿No nos recuerda la realidad peruana?

El cuestionamiento a la economía abierta empezó con la ofensiva contra el modelo educativo. No obstante tener un sistema educativo ubicado en los mejores lugares de los rankings de América Latina, los estudiantes chilenos marcharon contra el lucro en la educación. La llamada “reforma educativa”, tarde o temprano, iba a derribar otros pilares de la economía como un efecto dominó (en el Perú la izquierda también pretende excluir al sector privado de esta actividad)

El gobierno elevó el impuesto para las empresas del 20% al 25% y eliminó las exoneraciones en caso de reinvertir utilidades. Los resultados estaban cantados: la desaceleración de la economía chilena, que apenas crece a 2% anual. Sin embargo, la izquierda sigue agitando que el frenazo no es culpa del “impuestazo”, sino que se explica por el modelo primario exportador y la dependencia de los minerales (¿no nos recuerda a la izquierda peruana?)

Pero eso no es todo. Hoy la movilización de la izquierda busca convocar a una asamblea constituyente para derogar la actual Carta Política, sin la cual no se puede explicar el milagro chileno. (¿no nos recuerda a la izquierda peruana?). La Carta Política mapocha ha sido reformada en más de treinta ocasiones y todas las aristas autoritarias de la herencia pinochetista han sido eliminadas. El objetivo de la izquierda es simple: eliminar el respeto a la propiedad privada y la inviolabilidad de los contratos. Tremendas lecciones para los demócratas y liberales peruanos.