La izquierda, como todas las corrientes leninistas que prioriz...
Uno de los grandes absurdos de la reciente historia económica del país se expresa en la caída de la producción de Las Bambas, una de las minas de cobre más grande del planeta, en el preciso momento en que la libra del metal rojo alcanzaba niveles históricos. Algunas proyecciones señalan que en 2024 la libra llegará a los US$ 5.
El 2022 Las Bambas llegó a producir 220,000 toneladas métricas de cobre (TMC), no obstante que tenía un potencial de producción de 400,000 TMC. Una noticia devastadora para cualquier país con mediana salud pública. ¿Qué podría explicar el descenso tan dramático en la producción de cobre de una mina cuando los precios de este metal alcanzaban niveles históricos? ¿Acaso una invasión externa o un desastre natural incontrolable? ¿Acaso una guerra civil? No hay una explicación lógica, sobre todo si consideramos que el Perú sigue siendo un Estado de derecho en donde imperan la Constitución y las leyes.
La empresa Las Bambas –en videos difundidos en los medios de comunicación– señala que, desde el inicio de las operaciones mineras en el 2016 hasta la actualidad, se han acumulado más de 17 meses de bloqueos del corredor minero del sur que imposibilitaron trasladar el mineral al puerto. Semejantes bloqueos se produjeron en las regiones Apurímac y Cusco, ante la parálisis de todas las instituciones del Estado frente a la violencia y acción radical de minorías que no sobrepasaban las decenas. Luego de estos hechos, las causas de la caída de la producción están claras y cualquier inversionista mundial con respecto a las inversiones de cobre en el Perú se preguntaría si en nuestro país está vigente el Estado de derecho.
El permanente ataque a Las Bambas ignora que esta inversión minera se ha convertido en el principal motor en la lucha contra la pobreza y del proceso de descentralización en la región. Si existen dudas, vale recordar el último estudio del INEI en el 2022 sobre la pobreza monetaria, que establece que este flagelo social afecta al 24.7% de la población de Apurímac, una cifra que por primera vez se ubica debajo de la media nacional del 27.5%. Si recordamos que a inicios del nuevo milenio la pobreza en Cajamarca estaba sobre el 70% de la población, la única explicación del milagro social en la región es la minería; y sobre todo, la inversión de Las Bambas. El contraste se hace notorio cuando reparamos que Puno, Cajamarca, Huancavelica, Huánuco, Ayacucho, igualmente regiones andinas, tienen entre el 39% y 43% de su población en pobreza.
Las Bambas, pues, es uno de los principales motores antipobreza del país. Según los videos mencionados, Las Bambas representa una inversión de más US$ 10,000 millones, aporta el 1% al PBI nacional y genera más de 75,000 empleos entre directos e indirectos. Por otro lado, la contribución de la mina a la descentralización es decisiva. Desde el inicio de las operaciones hasta la actualidad, se han transferido S/ 1,684 millones en regalías y más de S/ 315 millones en canon.
Por todas estas consideraciones, el Perú y los apurimeños deben apoyar la recuperación del potencial productivo de Las Bambas y enfrentar las estratagemas del radicalismo antiminero y de las oenegés de izquierda. Asimismo se debe apoyar la Modificación del Estudio de Impacto Ambiental de la mina para ampliar la producción del tajo Ferrobamba y garantizar inversiones adicionales de más de US$ 2,000 millones que prolongarían la vida útil del proyecto hasta el 2040.
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