El Ejecutivo acaba de promulgar la nueva Ley de Promoció...
Todas las actividades económicas de un país son importantes para construir la riqueza de una sociedad. En el Perú, la minería, las agroexportaciones, el turismo y las pesca, entre otros, son sectores decisivos para el futuro nacional. Una economía diversificada en varios sectores y con mercados en todos los continentes es la menos vulnerable a los accidentes económicos mundiales y puede manejar las variables geopolíticas con más independencia.
Sin embargo, la agroexportación en el país tiene un valor superlativo por su capacidad de crear sociedad a través del empleo masivo, la reducción de la pobreza y la creación de clases medias rurales y provincianas. Igualmente, representa un salto cualitativo en la diversificación del aparato productivo, fomenta la creación de un sistema de servicios para el sector y promueve la creación de una manufactura y una industria vinculada a la actividad. Asimismo, el desarrollo de las agroexportaciones obliga a las universidades a reformarse y desarrollar programas especiales en agronomía e investigaciones biotecnológicas.
Finalmente, si el Perú desarrollara su potencial agroexportador en toda la costa, la sierra y la selva generaría un proceso de migración inversa hacia las ciudades intermedias que, inevitablemente, se formarían alrededor de las regiones agroexportadoras. Es decir, mucha gente de Lima y las ciudades de la costa migraría en busca de empleo de calidad y nuevas condiciones sociales de vida. Considerar el sueño de la agroexportación en el Perú, entonces, obliga también a planificar el desarrollo urbano en las siguientes décadas en el Perú.
¿A qué viene todo esto? Los defensores del Estado burocrático, en un acto de predistigitación, pasaron a defender la estabilidad fiscal para oponerse a restablecer un régimen promocional en el agro. No querían trasladar recursos del Estado al sector privado para multiplicar la inversión y la reinversión. Entre los argumentos que se plantearon estaba que el sector de las agroexportaciones era uno consolidado. ¿Es cierta semejante tesis? Vale recordar que las agroexportaciones se desarrollan en apenas el 5% de las tierras dedicadas a la agroexportación. El 95% restante es agricultura del minifundio, de menos de cinco hectáreas, agricultura familiar de sobrevivencia.
Si bien con ese pequeño espacio de tierra, sobre todo ganada al desierto, el Perú hoy se ubica entre las diez potencias mundiales agroexportadoras, ¿se puede sostener que es un sector consolidado? Y si agregamos el argumento que el país solo en la costa tiene la posibilidad de multiplicar las 250,000 hectáreas de agroexportaciones por cuatro, ¿cómo se puede hablar de sector consolidado? Imposible, al menos que alguien desee tener un sector de pocos ricos rodeados de un océano de sobrevivencia y pobreza. Si eso continúa los fundos modernos serán estatizados.
No hay entonces nada consolidado. De allí entonces la necesidad de consolidar un régimen promocional de inversiones. Es evidente que para materializar el sueño agroexportador del Perú se necesita –al lado del régimen promocional tributario– una nueva legislación laboral que establezca la flexibilidad en los contratos de trabajo con el objetivo de contar con cuatro millones de empleos formales. Asimismo, se necesita relanzar los proyectos hídricos bajo el modelo de asociaciones público-privadas y con reglas claras de mercado en la comercialización de las tierras y los servicios de agua. La idea de mantener los proyectos bajo la fórmula de Estado a Estado, tal como sucede con la administración actual, parece ser una fórmula transitoria.
El sueño agroexportador en el Perú debería ser un objetivo nacional porque tiene que ver con la eliminación estructural de la pobreza, la creación de una sociedad de mayoría de clases medias, con un nuevo proceso de urbanización nacional que supere los límites de Lima, una megalópolis arrinconada en la costa; tiene que ver con la creación y organización de una nueva industria nacional y la reforma de la educación y las universidades en el país. ¿Cómo entonces un peruano de buena voluntad se puede oponer al sueño agroexportador?
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