¡Amenazas a Las Bambas no pueden continuar!

La situación de Las Bambas, una de las diez minas de cobre más grande del planeta, se puede decir que es el ejemplo de lo que nunca debería suceder en cualquier país que pretenda captar inversiones para desarrollar minería moderna. Los bloqueos y la violencia han reducido considerablemente la producción de la señalada mina.

Según videos difundidos por Las Bambas, la inversión minera representa más US$ 10,000 millones y significa el 1% del PBI y el 80% de los ingresos de la región Apurímac. Por otro lado, la Modificación del Estudio de Impacto Ambiental de la mina permitirá invertir otros US$ 2,000 millones y alargar la vida útil de la operación hasta el 2040.

Sin embargo, diversas minorías amenazan el potencial productivo de Las Bambas. Según otro video de la empresa, desde el inicio de las operaciones en el 2016, se han acumulado más de 17 meses de bloqueos del corredor minero del sur que impidieron trasladar el mineral hacia el puerto. En otras palabras, que bloquearon las exportaciones de cobre del país.

Si consideramos la magnitud de la inversión de Las Bambas es evidente que cualquier potencia minera mundial –como Canadá, Australia o Chile– hubiese querido que dicho monto invertido se materializara en su territorio. En este contexto, ¿cómo es posible que el Estado de derecho, el sistema constitucional democrático, haya permitido que unas decenas de activistas antimineros bloqueen la carretera e impidan la producción de una mina de impacto mundial? 

La única explicación de esta terrible situación es que los relatos y narrativas progresistas –que demonizan a la inversión minera y la presentan como enemigos de las regiones, gobiernos locales y comunidades campesinas– se han consolidado en el espacio público e influyen en los actores del Ejecutivo, el Congreso y los gobiernos regionales. De lo contrario, ¿cómo se explica que no se haya recuperado el Estado de derecho frente a la violencia y prepotencia de minorías?

La narrativa contra Las Bambas, desde cualquier punto de vista, es extremadamente injusta. En diversos videos difundidos por la empresa se informa que, desde el inicio de la operación minera, se han transferido S/ 1684 millones por conceptos de regalías, mientras que las transferencias por canon regional superan los S/. 315 millones. En otras palabras, Las Bambas se ha convertido en una de las columnas de la descentralización en la región Apurímac.

Igualmente, el proyecto minero se ha constituido en el principal motor antipobreza en la región. En la encuesta sobre pobreza monetaria en la región, el INEI registra que la pobreza en Apurímac ha descendido a 24.7% de la población el 2022. Es la primera vez que este flagelo social se ubica por debajo de la media nacional (27.5%). Y si consideramos que antes de la operación minera los índices de pobreza de Apurímac superaban el 60% de la población es incuestionable el papel de la minería moderna en la reducción de la pobreza. Y si existen dudas al respecto, vale mencionar que en otros videos difundidos por la empresa se menciona que Las Bambas genera alrededor de 75,000 empleos directos, indirectos e inducidos, de los cuales el 32% es empleo que se genera en la zona de influencia y en la región.

A pesar de estos incuestionables aportes económicos y sociales de Las Bambas, el 2022 la producción de cobre se desplomó en cerca del 50%, no obstante que el precio de la libra del metal rojo alcanzó niveles históricos y, según algunas consultoras, el 2024 sobrepasará los US$ 5 la libra. Un récord sin precedentes. El año pasado la empresa apenas produjo 220,000 toneladas métricas de cobre (TMC), no obstante que tiene una proyección de producción anual de 400,000 TMC.

Como se aprecia un absurdo total de autodestrucción. ¡No lo sigamos permitiendo!